Hace unos años tuve la suerte de entrevistar al gran Diego Bardón y me dio uno de los mejores titulares que recuerdo, me dijo que quería abrir una casa de tontos en Extremadura. A día de hoy me he dado cuenta de que era un visionario y que haría falta no sólo abrir una en nuestra región, sino varias por toda la geografía española.

A mediados de semana, Fernando Simón nos advertía de que una pequeña fiesta familiar podría ser el inicio de una nueva onda epidémica. Un mensaje simple, directo y ‘a priori’ fácil de entender. Un día después, el consejero de Sanidad, José María Vergeles, anunciaba que un cumpleaños celebrado en la provincia de Badajoz, con más gente de la permitida, había finalizado con un caso positivo confirmado y 18 sospechosos en cuarentena.

No se puede ser más tonto. ¿Cuántas veces ha de repetirse el cuento de ‘Pedro y el lobo’ para que la gente aprenda que el peligro existe, es real y cuesta vidas? España entera ha estado encerrada a cal y canto durante dos meses amedrentada por el miedo, ¿y unas semanas van a bastar para que unos pocos nos devuelvan al punto de partida por su mala cabeza?

Me cuesta entenderlo. No puedo comprender el egoísmo absoluto de los que se sienten por encima del bien y del mal y no miden las consecuencias. Tengo que leer la noticia dos veces para creerme que alguien que ha estado en contacto directo con una persona que ha fallecido por el virus, se monte en un avión en Madrid con destino a Lanzarote poniendo en juego la vida de otros 163 pasajeros. Pero ha sucedido este viernes y 14 inocentes están ahora aislados en una habitación en vez de disfrutar de sus vacaciones, sólo por haber tenido la mala suerte de haberse sentado cerca de otro tonto, que otra vez, no ha querido pensar en nadie más que en sí mismo.

Nos llegan noticias de Seúl o de Italia en la que nos cuentan que hay rebrotes. Francia abrió sus escuelas para tener que cerrar 70 de ellas pocos días después por un repunte de nuevos casos. ¿Tan difícil es procesar que sí hay vuelta atrás, que todavía no estamos a salvo, que no pisamos tierra firme? Esta carretera tiene dos direcciones y es tan sencillo regresar al inicio como complicado ha sido avanzar hacia la luz.

Pues bien, señores y señoras, presten atención, porque no nos podemos permitir un rebrote masivo, ni a nivel psicológico, ni a nivel económico y mucho menos a nivel sanitario. Desde el comienzo de la crisis se han infectado 51.482 trabajadores del sector y han fallecido 63, según el Gobierno de España.

Desde sus cuentas personales en redes sociales y también a través de fuentes oficiales, nos advierten de que los sanitarios de este país no podrían hacer frente a una segunda epidemia. Nos cuentan que el 80% de los que han luchado en primera línea contra ‘el bicho’ sufre ansiedad, el 40% se siente emocionalmente agotado y cientos de ellos piden ayuda psicológica por estrés postraumático a diario. Para ellos, que haya gente que se juegue su propia salud y la de sus familiares y conocidos en fiestas y saraos, no es sólo demencial, sino una falta de respeto a su trabajo.

Hay muchos que ya afirman que no hemos aprendido nada en ese infierno. Que todas las buenas intenciones, los propósitos de enmienda y los golpes de pecho tenían un contexto pasajero, el terror, y que una vez pasado lo peor, la cabra tira al monte y que cada palo aguante su vela.

Yo me niego a aceptar que unos pocos necios definan al resto. Y sí, en estos momentos hay 27 personas en cuarentena también en Córdoba porque acudieron a un evento privado esta semana; y hace poco, 20 individuos se contagiaron todos en la misma fiesta en Lleida, pero que ellos lo hayan hecho mal no quiere decir que haya otros que lo están haciendo todo lo mejor que pueden.

Por eso, con el permiso de Bardón, abramos la casa de tontos, para no meter en el mismo saco a todos los extremeños ni a todos los españoles. Seguro que si en la letra pequeña ponemos que las fiestas están autorizadas más de uno entraría sin prestar mayor resistencia.

*Periodista.