Dramaturgo

Es la hora de las canciones, el momento de parar por un instante este viejo mundo y salir a la calle para gritar, mostrar nuestro inconformismo, construir barricadas contra la reacción y lanzarle poemas al integrismo. ¡Basta ya de realidades, queremos promesas! , basta ya de censos, encuestas, balances y estadísticas que acorazan como si fuese permanente a este sistema que acaba de demostrarnos que para seguir sobreviviendo en su agonía de decrépito anciano comido por el cáncer del capitalismo más agudo, hay que aplastar a quienes no están en la mesa de los favorecidos, al tercer mundo, a los más pobres y a los disidentes.

Es la hora de salir a la calle y reivindicar la imaginación, gritar que otro mundo es posible, que existe otra economía basada en un reparto solidario y que la única guerra preventiva que hay que declarar es la guerra contra la pobreza. Es la hora de romper las viejas estatuas que adornan los atrios del sistema y poner claveles en la boca de los fusiles. Es la hora de romper los papeles de los sin papeles , de maltratar a los maltratadores, de ser femeninos en lo masculino y masculinos en lo femenino, de no ser neutros ni neutrales, de pintar en los muros donde se prohíbe pintar y sembrar las viejas autopistas con flores.

La primera bomba que ha caído, la que descendió creyéndose con todo el derecho divino y humano para ejecutar a inocentes, ha dado en la diana del cinismo, ha explotado en el corazón del viejo sistema. A partir de ella, a partir de ese momento, el mundo debe soplar con fuerzas para que las bombas se vuelvan contra quienes las lanzan. Es la hora de las utopías, es la hora del funeral de los viejos dioses y sus códigos. Es la hora.