Los afanes reformistas de los gobiernos de la Europa desdotada --o de la Europa marginal, para entendernos mejor-- no dejan de tener la curiosa peculiaridad de avanzar hacia atrás: es decir, se cambian los reglamentos y los funcionamientos de los diversos departamentos ministeriales para conseguir dos objetivos: ahorrar inversiones en gasto público --por mor de la austeridad y por las imposiciones de Bruselas-- y, al tiempo, ir anulando y desactivando aquellas medidas sociales y progresistas que los gobiernos anteriores iniciaron para desarrollar los principios de "igualdad", "integración" y "descentralización" que el texto constitucional situaba en la base de la convivencia nacional. Es decir, en vez de avanzar, volvemos al pasado más negro de hace varias décadas.

Para conseguir este doble objetivo, tanto en unos paises como en otros, los diversos gobiernos han tenido que enfrentarse a numerosos colectivos sociales, profesionales y ciudadanos que no están dispuestos a someter su vida, su bienestar y su trabajo a los intereses espurios de unos cuantos especuladores financieros de la insaciable Europa, que pretenden hacer rentables su abusivas inversiones en paises normalmente poco desarrollados, a base de exprimir a sus poblaciones, reduciendo salarios, subiendo los impuestos, suspendiendo ayudas o subvenciones y "esclavizando" laboralmente --mediante contratos de hambre y horarios "chinos"-- a los escasos obreros que aún conserven su trabajo.

Se trata de dominar la economía de aquellos países menos favorecidos mediante el control de sus valores en bolsa; el manejo de la "confianza" --o "prima de riesgo"-- de los especuladores y con la capacidad de decisión de la política fiscal de cada uno de ellos, que permita el dominio y gestión de las empresas, de su productividad y de sus empleos; especialmente cuando ya han sido adquiridas por capital especulativo, generado en los paises ricos.

TODOS sabemos a qué paises desfavorecidos nos estamos refiriendo --entre los cuales está desdichadamente España-- que se van convirtiendo poco a poco en sociedades marginales o "coloniales", como se las llamaba solamente hace un siglo, cuando eran "administradas" por las potencias dominantes que imponían sobre ellas sus monopolios, sus intereses, sus normativas económicas y sus rapiñas insaciables.

Los personajes: gobernantes y gestores de la "res pública", que han sido colocados democráticamente al frente de las tareas de los Estados, pronto se convierten en meros "mascarones de proa", cuya misión es entonces romper las olas, abrir frentes y cerrar las mentes, de los sufridos ciudadanos que como trabajadores sin trabajo, jubilados casi sin pensión, clientes bancarios engañados, desahuciados y estudiantes becarios dejados en la calle, funcionarios echados de sus funciones o mujeres que reclaman sus derechos como tales, han intentado iniciar una lucha callejera y pacífica --con pancartas y altavoces como únicas armas, frente a la contundencia de la policía-- para intentar conservar sin graves deterioros los avances y conquistas adquiridos durante años, lustros y décadas de justas reivindicaciones, como miembros de una sociedad libre, culta y democrática.

Como la regulación laboral por ley, las obligaciones fiscales y los procedimientos reglamentarios para gestionar las empresas, solo son controlables en puridad en las empresas estatales, que dependan de las administraciones públicas; este nuevo "colonialismo" financiero, nacido al amparo de la Unión Europea, ha iniciado una enérgica campaña de desprestigio de la gestión pública --contando para ello con el concurso de los medios de comunicación más afines a los sectores tradicionales--, de la anulación de las empresas de servicios públicos y de privatización de toda la gestión estatal, a fin de que sean empresas del sector privado --más pendientes de la rentabilidad de sus acciones o de sus beneficios que de los servicios mismos que deben prestar a la población-- quienes lleven a cabo tareas de gestión y atención ciudadana en los términos más estrictos y austeros que sea posible.

Se han abierto muchos frentes para colonizar a las viejas naciones del sur de Europa. Frentes de lucha económica y política como se hizo ya con otras inmensas naciones de Asia y Africa. Entonces se logró cambiar las mentalidades de millones de personas para que adquirieran los hábitos de consumo de las producciones europeas. Hoy solo pretenden cerrar mentes, evitar el raciocinio rebelde, con el mismo resultado de sometimiento.