Periodista

Para sus 50 años puede presumir de haber hecho todo lo que quería: ser presidente dos legislaturas, una con mayoría absoluta; recordar que cumple su palabra aun dejando la Moncloa cuando mejor estaba en ella; demostrar que posee lo que no tuvo Felipe González, el coraje de marcharse a tiempo; elegir a un sucesor que, parece, seguirá su camino. Y, ahora, ser abuelo. Su mujer, preocupada por ese día de abril en que dejará de martirizarle el teléfono, le lleva a su nueva casa, en las afueras de Madrid, para que se aclimate y se preocupe de elegir las cortinas del despacho. No cree que su marido se deprima, pues dice que tiene más vida hacia dentro que hacia fuera. Pero su retirada de la política será total. Y si tiene tiempo para matar, le cambiará los pañales al nieto.