TNtadie concebiría la sociedad actual sin el automóvil. Su uso se ha hecho imprescindible, de tal forma, que seguro que renunciaríamos a muchas posesiones importantes en nuestras vidas, antes de prescindir de nuestro amigo el coche. El automóvil, bien utilizado, nos reporta altas cotas de libertad. Nunca antes hubiéramos soñado que distancias que nuestros antepasados tardaban días e incluso meses en recorrer, nosotros en unas horas lo conseguiríamos con un esfuerzo mínimo. Pasa, que el coche como los buenos medicamentos, tiene sus efectos colaterales negativos: muertes, heridos graves y heridos leves con el consiguiente drama humano y costo social que repercute necesariamente en los bolsillos de los contribuyentes; sin embargo, el coche por sí solo es un objeto inofensivo: De principio sólo nos debería aportar eso, libertad y felicidad, pero todo se complica cuando interviene el conductor, último responsable siempre del accidente. La vía, factor interviniente en el tráfico, con sus defectos posibles y deseables mejoras, por sí sola no precipita la tragedia, sólo una conducción irresponsable la puede llegar a convertir en sumamente peligrosa. Igual sucede con el automóvil que cada vez alcanza cotas más altas de seguridad activa y pasiva que de nada sirven cuando el conductor se comporta de forma anárquica, incívica e insolidaria.

Voltaire afirmaba que: "No existe cosa tal como accidente. Lo que nosotros denominamos con este nombre, es el efecto de alguna cosa que no vemos. Si pudiésemos determinar la causa de un accidente tendríamos mayores posibilidades de prevenirlo". Siguiendo esta línea es pregunta obligada el plantearnos ¿por qué se produce el accidente si conocemos, si vemos las causas? Todos de sobra reconocemos que la ingesta de alcohol provoca accidentes, que no adecuar la velocidad de nuestro vehículo a las condiciones de la vía, a sus limitaciones técnicas o a las condiciones atmosféricas que nos rodean provoca accidentes. Que la fatiga y el sueño al que algunos piensan es difícil llegar, provoca accidentes. Las distracciones: móvil, radio, mapa, gafas, tabaco, conversación, pensamientos... provocan accidentes. Como ven, todos conocemos las causas y contrariamente a lo que pensaba Voltaire once personas fallecen diariamente en ellos, suceso que pasa desapercibido en la vorágine de la actualidad diaria, significando, sin embargo, un auténtico drama. Yo les propongo que nos pongamos manos a la obra y cooperemos para que el coche sólo sea un vínculo de unión y un elemento de libertad, sin efectos secundarios adversos.

*Director de ´Motor a COPE´

Extremadura