TAtntes, duraba poco la alegría en casa de los pobres, pero, ahora, hemos dado un gran avance y, también, duran poco las desazones. Durante el viernes, sábado y domingo era peligroso consumir aceite de girasol, pero en la madrugada del domingo se aclaró todo y ya se podía comprar aceite de girasol, incluso consumir el que se tuviera en casa, con toda tranquilidad, de tal manera que el que se marchara de fin de semana, ni siquiera llegó a enterarse de esta especie de alarma que ha durado menos de lo que autoriza la ley a tener a una persona detenida, sin presentarla ante el juez.

Es más, el peligro no era tal peligro, vamos, una tontería, que porque en el ministerio se la cogen con papel de fumar que, de lo contrario, se hubiera aplicado el brutal refrán español que asegura que lo que no mata engorda y que ha debido ayudar a tanta gente a alcanzar la vida eterna mucho antes de lo que tenía previsto.

En España el aceite ha sido siempre un asunto resbaladizo. En tiempos del dictador, se descubrió que unos depósitos de aceite de Redondela estaban vacíos, cuando debían de estar llenos. Hacen falta varias docenas de camiones cisternas para vaciar un depósito, o sea, que no es una botellita que se pueda camuflar debajo del abrigo, pero los camiones debían de ser invisibles. Luego, pasaron cosas muy curiosas: un tipo se cayó del tren, cuando lo llevaban a interrogarle. Otro se resbaló en la cárcel, en la ducha, y se mató. Cosas resbaladizas, y siempre termina uno por caerse cuando el terreno está resbaladizo.

Un gobierno de Adolfo Suárez se encontró con que el aceite de colza, en lugar de servir para hacer más resbaladizas las cerraduras, se empleaba para freír calamares, y hubo secuelas muy graves. Y muertos. Esta vez, no. Un susto. Bueno, un susto para el público en general, porque los portavoces del ministerio siempre aseguraron que no hacía pupa. Entonces ¿alguien resbaló?

*Periodista