Termina la campaña del verdeo en los septentriones extremeños. Ya sólo quedan por apañar las aceitunas para el molino, pagadas a precio irrisorio al productor (¿cuánto vale 1 litro de aceite en el mercado...?).

Tiempo ha que la altivez se marchó de los semblantes de los olivareros. Hartos de bregar, desde septiembre, de sol a sol, recibiendo la tralla del calor o de la lluvia, no están para llevar la cabeza erguida y airosa. Y menos cuando sus aceitunas (la codiciada verde cacereña ) se entregan en las cooperativas por un mísero puñado de maravedíes, menos aún que hace veinte o treinta años.

Se pusieron esperanzas en las cooperativas porque se decía que, así, se eliminarían los intermediarios. Se creó ACENORCA (Aceitunas del Note Cacereño), con todas la bendiciones de la Junta de Extremadura pero los precios bajaron y muchas cooperativas apenas si generan plusvalías para sus socios.

¡Ay de los pequeños y medianos productores, peces chicos a merced del temeroso y gran pez! Son las reglas del juego capitalista, que algunos lo denominan, eufemísticamente, como neoliberalismo. Y mientras estos campesinos echan la sangre sobre sus tierras, otros, con esta sangre, montan emporios e imperios, o dan pelotazos tales que hacen temblar el cielo.

Félix Barroso Gutiérrez **

Santibáñez el Bajo