La amenaza de muerte iguala a las personas. Es menos frecuente que el suicidio las iguale; tal es el caso del miserable De Juana Chaos y la digna Aminetu Haidar . Ambos parecen mártires de una patria, la vasca y la saharaui, pero son opuestos. A los vascos nunca se les colonizó, sino que ellos colonizaron. Los saharauis, en cambio, son un producto de aquellas fronteras que se trazaron con tiralíneas en los despachos europeos. El mapa de las colonias, aunque está en la raíz de muchas matanzas actuales, es ya un fantasma; el de las nacionalidades europeas aún respira.

Tengo delante de mí el mapa que las Waffen SS propusieron a Hitler para cuando el Reich dominara la totalidad del continente. Debería enseñarse en las escuelas. Las autonomías españolas figuran al completo con leve diferencia, como una Andalucía dividida en Guadalquivir y Bética. Tampoco difiere mucho el mapa francés, si bien los bretones pasan a ser armoricanos . Italia e Inglaterra no deparan sorpresas, aunque Irlanda figura como unidad. Por supuesto, Suiza ha desaparecido y la frontera europea se detiene a las puertas de Rusia. Es en la Europa central donde surgen decenas de nacionalidades: Panonia, Oltenia, Vanania, Poznania-

Si en el mapa de la colonización europea lo que salta a la vista con notable cinismo son los intereses económicos empresariales (la bomba atómica iraní está en el ángulo recto de su frontera con Irak), en el mapa nazi se da un híbrido delirante (¡y tan actual!) de antropología mítica, geografía arcaica, racismo científico e historia sagrada. Hay nacionalidades que aparecen como etnias, las hay que responden al mero folclore o al paganismo animista, otras son culturas legendarias o lugares fabulosos de las crónicas medievales.

Lo notable es que el mapa nazi pretende lo mismo que el del imperialismo: crear infinitos intereses minúsculos destinados a generar tal sinnúmero de conflictos que "los pueblos" acaben suplicando mano de hierro al Führer. Y si bien el mapa imperial es una ruina, el de los nazis parece seguir con vida.