Al parecer, el partido de Sánchez y el partido de Iglesias suelen reunirse para acordar sus diferencias. Así, del mismo modo que se acuerdan los precios o se acuerda una cita o se acuerda el color de las paredes, los dos partidos acuerdan sus diferencias, aunque no se trate de acordar cuáles, en el sentido de crearlas, sino de asumir que existen. Es decir, no es que acuerden cuáles son o deben ser las diferencias de cada uno, propias, legítimas e irreductibles, sino que ambos están de acuerdo en que las hay, y se reúne para hacérselo saber. Una terapia de gobierno que no pretende ningún resultado, ya que no se trata de eliminarlas o suavizarlas, como es lo común y lo de sentido común en cualquier reunión cuyo único punto del orden del día sea ese, sino todo lo contrario: se trata de confirmarlas y hasta de comprometerse a mantenerlas.

Todo lo cual parecería absurdo, claro, si no fuera porque siempre hay un mal pensamiento que advierte que declarar las diferencias es precisamente para destacar, por contraste, el buen funcionamiento del Gobierno de coalición, cuyas partes, pese a las diferencias, bla, bla, bla. Menos mal que el secretismo de las reuniones -tres desde enero- desmiente esa posibilidad: ¿por qué habrían de ser secretas, si el objetivo es que se conozcan las diferencias? Cierto. Y si han sido secretas es porque carecen de interés, ya que las diferencias no afectan a la gobernabilidad sino a la identidad de cada partido. Tanto es así, por cierto, que ha sido posible dejarlas a un lado para no entorpecer la gestión del Gobierno, la cual debe valorarse -ahora que ya se conocen las diferencias- por la dificultad de que los dos partidos sean capaces de unidad y responsabilidad para gobernar.

Habría una lectura más para la oficialización de esas reuniones: la de justificar las tres negativas del partido de Sánchez al partido de Iglesias, a saber, la investigación de los GAL, la nacionalización de inmigrantes y el impuesto a las grandes fortunas. Sabiendo que existen diferencias entre ambos partidos, se comprende que alguno salga alguna vez perjudicado y que esta vez haya sido el de Iglesias.

La pregunta es si alguna vez lo será el de Sánchez, porque la sospecha es que las reuniones son únicamente para que el partido de Iglesias presente sus diferencias, pues el de Sánchez no tendría ninguna que acordar, solo rechazar. Así, Adriana Lastra, en la reunión: «Estamos de acuerdo en que no vamos a aceptar eso ni esto ni aquello». Echenique, ante los periodistas: «Seguimos de acuerdo».

* Funcionario