Gordito relleno". "Gafitas cuatro ojos capitán de los piojos". "Orejas de soplillo". "Mariquita, barre barre con la escoba de tu madre". "Cabezabuque". Estas mofas eran usuales entre los niños cuando yo era niño, sobre todo en los colegios. No había aula sin empollón y sin alcornoque, sin gordito o fideo, sin gafitas u orejones; y ya no te digo si eras bizco o tartaja. Cada cual asumía su condición y encajaba estoicamente las arremetidas verbales y físicas. Pero creo que por entonces el acoso no era tan continuado, puede que por temor a recibir una colleja si acosábamos de forma persistente. Quizás el acoso nunca se hacía público. No recuerdo yo tantas denuncias por acoso escolar como ahora, ni el suicido de ningún alumno. Por eso me pregunto qué está ocurriendo hoy día para que un chico termine quitándose la vida --ya conocemos varios casos en los últimos años--.

Y mi primera conclusión es que muchos niños están perdiendo el respeto a las personas que les rodean porque algunas de estas personas no se involucran para impedirlo, o indirectamente lo fomentan.

Pongamos a esos padres sobreprotectores que no consienten que un maestro recrimine a su hijo, e incluso son capaces de agredir al docente. O comportarse como verdaderos energúmenos cuando sus hijos compiten en juegos deportivos.

Pongamos nuevos conceptos pedagógicos y jurídicos, que empujan a algunos menores a creerse excluidos de castigos de cualquier tipo.

Cuando yo era niño, los maestros tenían más potestad para reprender a los alumnos --y no nos hemos traumatizado por eso--. Hoy los maestros están atados de pies y manos, tienen que tratar a los niños como si fuesen jarrones de porcelana china. Un niño que pierde el respeto a su maestro, también se lo pierde a sus compañeros de colegio.

Internet y la telefonía móvil juegan un papel perjudicial importante. En mis tiempos de colegial el acoso solía acabar cuando salíamos del colegio. Hoy, a través de las redes sociales y de los chats por móvil, los acosados siguen siendo agredidos, incluso cuando se esconden en sus casas.