La derecha ha desplegado en formación de combate a la prensa adicta después de conocerse las actas de de la banda terrorista ETA correspondientes a los contactos con el Gobierno durante la tregua del 2006 y después del atentado en la T-4 de Barajas. Visto el propósito que anima al coro periodístico, es difícil determinar si lo más lamentable del caso es la falta de sentido de Estado del Partido Popular, cuando se rasga las vestiduras, o el servilismo de los medios incorporados ruidosamente a la operación de acoso al Gobierno.

Porque lo que no es creíble es que la gesticulación teatral de los últimos días obedezca a la absurda suposición de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero no iba a aprovechar todas las oportunidades para acabar con la pesadilla etarra.

¿Por qué no es creíble? Porque cuantos ahora participan en esta coreografía desgarbada dieron por buenos los movimientos del Gobierno de José María Aznar, que habló del Movimiento de Liberación Vasco y acercó al País Vasco a presos de ETA cuando creyó que era posible explotar la tregua de los años 1997-1998 para lograr la paz y neutralizar a la banda para siempre.

Si entonces no hubo motivo para la crítica, ahora no es de recibo denostar al Gobierno socialista por aplazar unas detenciones, haber intentado reconducir a la izquierda aberzale, poner a esta ante el hecho consumado de que era ETA la que impedía el final de la violencia y regatear con la organización terrorista. Si el Gobierno no hubiese procedido así, habría actuado de manera irresponsable.

De igual forma, el Ejecutivo se habría comportado irresponsablemente si hubiese suavizado la presión policial y judicial, pero no lo hizo. La prueba del nueve es que en dos años acabó con tres direcciones de ETA, y funcionarios de las policías española y francesa han reconocido que nadie les dijo nunca que mirasen hacia otro lado mientras el Gobierno hablaba con la banda.

Es indudable que el Gobierno que preside Rodríguez Zapatero cometió errores de apreciación y creyó que el final de la violencia terrorista se encontraba más cerca de lo que realmente estaba. Pero no lo es menos que nunca antes ETA fue tan débil como lo es ahora y, salvo innoble cicatería, debe admitirse que es resultado de la línea política seguida por José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba con el apoyo de los populares. Esta es la realidad y lo demás es echar cálculos electorales.