Me cuenta un amigo, muy conocido por el gran público, que a lo largo de nuestra vida profesional todos pasamos a formar parte de equipos de trabajo distintos. El siempre se acerca a quienes más le pueden aportar, no tan solo en lo profesional, sino también en lo personal, y aprende de quienes tienen cosas interesantes que compartir. Espera que esa persona que más le puede aportar sea su superior jerárquico, que le transmita algo, le añada un suplemento de templanza, astucia o habilidad para alcanzar el objetivo propuesto. En ocasiones, llegar a un lugar donde el líder se caracteriza por contar con un sinfín de cualidades, hacen que tu desarrollo personal y profesional se eleve. Otras veces ha llegado a un equipo donde solamente crece la mala hierba y es el fiel reflejo de la personalidad del jefe. Sus problemas se trasladan al ambiente y lo hacen insufrible. Si alguien como ese jefe entra en tu vida, mi amigo recomienda hacer todo lo posible para que sea ascendido y que otros se traguen el sapo. Mientras eso no llega, mucho temple y llegado el momento, algún dardo envenenado para que se le aplaque la amargura.