TCtompartíamos una fiesta después del estreno de El búfalo americano en el Festival de Badajoz. Entonces, hace seis meses, algo nos decía que el recorrido de la obra podría ser largo, aunque en teatro la euforia nunca significa mucho. Luego llegó el Premio Max y llegaron los parabienes y la euforia se hizo carne de Kiko Magariño, José Vicente Moirón, Paco Carrillo, Isabel Montesinos, Paula Paz... y Juan Antonio Lumbreras, el más joven, al que situé en el grupo de Noctámbulos en una columna anterior (adrede).

Si algo tiene la profesión de actor es que enseña a esperar. Cuando compartíamos aquella fiesta, se me acercaron algunos actores jóvenes para decirme que deben a mi Perfume de mimosas su profesión (no digo vocación, porque conozco muchas vocaciones a las que no acompaña ninguna profesión, por desgracia). Entre estos actores o junto a ellos estaba Juan Antonio Lumbreras. Sospecho que para un actor como él, para un joven que dentro de unos años, como hace el resto de sus compañeros, hará referencia a la hora de celebrar éxitos teatrales, a su participación en el Búfalo, las actitudes de los veteranos tenían un punto de incomprensibles, de lejanas, porque para él se iniciaba un camino y los otros celebraban una llegada. Su papel en este montaje tiene el mismo valor que los otros dos papeles. No podría salir adelante la historia de Mamet sin su imparable inquietud de joven. Su papel en esta compañía como en muchas más, tendrá el mismo valor que el de quienes le reciban, no podrían entenderse muchos montajes sin su condición de actor joven... así ocurrió con Kiko, con José Vicente, con muchos de aquéllos que llenaron de inquietud y juventud nuestra escena.

*Dramaturgo