Creo que el artículo “Adelgazar”, publicado hace unas semanas, en el que escribía sobre “mi método” para perder peso, fue más leído de lo que yo esperaba. Lo creo porque son muchas las personas que me han pedido más detalles sobre mi experiencia. Y entre los que lo han leído está un amigo de quien no desvelaré su nombre, acogiéndome al dicho “se dice el pecado pero no el pecador”, y por aquello de que lo que yo diga sobre él aquí, le pudiera acarrear problemas con la autoridad competente en su hogar. Si siguen leyendo, lo entenderán.

Este amigo mío es un hombre alto y corpulento, enemigo de su báscula porque su báscula es muy antipática con él. Aparte de su voluminosa complexión, es un tipo simpático y ocurrente que, como diría Antonio Machado, siempre conversa con el hombre -y más con la mujer- que va con él. Continuamente está de buen humor y lo expande a su alrededor. Digamos que es de esas personas que alegra la fiesta más aburrida. Su exceso de peso no le quita el sueño, y tampoco le incita a vivir intentado llevarse bien con su báscula. A la que, por otro lado, debe tener castigada sin salir en un armario.

Pues bien, a este amigo mío no le ha gustado nada ese artículo en el que yo desvelaba cómo adelgacé 20 kilos en tres años. “Juanito, me has hecho bien la puñeta. Desde que mi mujer leyó tu artículo no ha dejado de decirme que me estoy poniendo muy gordo y tengo que adelgazar”, me ha dicho. Tras este rapapolvo nos hemos echado unas risas. Porque ya digo, es un tío que canjea sus kilos de más por el buen humor que en cada momento haga falta.

Quizá haya alguien más a quien “mi método” para adelgazar hay perjudicado más que beneficiado. Hay personas que aceptan de buen grado su generosa masa corporal y no quieren reducirla a costa de irresistibles privaciones. Puede que yo haya azuzado a sus allegados para que les recuerden con ensañamiento lo gordos que están. Y eso no me gusta, porque yo también pasé por ello.

Muchas personas con sobrepeso tienen un humor estupendo. Absténganse pues de adelgazar aquellos a los que estar gordos les importa tres pitos. Eso sí, siempre que el médico no les exija una reducción de kilos.