Hace tres años yo pesaba 100 kilos, hoy la báscula me daba 81 con 200 gramos. Agraciadamente mi pérdida de peso no se ha debido a ninguna enfermedad. Me la he provocado yo utilizando un método muy sencillo: comer menos alimentos ricos en grasas, beber menos alcohol y hacer ejercicio diario. Ya, ya sé que no he descubierto América, que estoy diciendo algo obvio y que “mi método” es difícil llevarlo a la práctica. De no ser así no habría obesos en el mundo. En realidad “mi método” consiste en un cambio paulatino y nada traumático de modus vivendi. Se trata de adelgazar muy poco a poco. Yo, como no soy nutricionista, no voy a dar consejos sobre qué comer o beber. Sólo contaré mi experiencia.

El día que la báscula me marcó 100 kilos me sobrecogí y me dije: “Vas por mal camino chaval. Tienes que hacer algo para impedir que las cifras de esta báscula antipática sigan aumentando. De no ser así, en dos o tres años tu cuerpo será tan orondo como un barril”. Al día siguiente comencé a andar, dejé de beber alcohol los lunes, martes, miércoles y jueves, que son los días más sosos de la semana. Pero me permitía no privarme de mis cañas, mis vinos y mis aperitivos los fines de semana. Procuraba comer más verdura y fruta que antes, y menos carne, pescado, embutidos y queso curado. No volví a permitirme cenas copiosas poco antes de acostarme. De esta manera perdía aproximadamente 1 kilo de lunes a jueves, y cogía 800 gramos el fin de semana. O sea adelgazaba 200 gramos por semana. Lo que suponía perder 1 kilo al mes y 12 kilos al año -más o menos-. Ahora bien, a esto añadía mi hora de ejercicio diario. Ya digo, empecé haciendo caminatas en una cinta de andar barata que me compré, o por la calle. Hoy sigo mi rutina deportiva, y cuando hace buen tiempo suelo salir a correr.

Han trascurrido tres años desde que empecé a poner en práctica “mi método” y mi cuerpo se ha adaptado a una nueva naturaleza. Me pide hacer ejercicio diario y obedece sin demasiado esfuerzo a no caer en la tentación de comer y beber lo que no debe cuando no toca. Comencé con fuerza de voluntad, pero he terminado con complacencia. Mi báscula ahora es muy simpática.