TStorprende la naturalidad con la que el presidente de los Estados Unidos en fase terminal, George Bush , declaraba este jueves en Roma que acatará la decisión del Tribunal Supremo de su país sobre los presos de Guantánamo, aunque sin privarse de mostrar su desacuerdo. Es decir, sigue creyendo que lo mejor es juzgar de aquella manera, por lo militar, a los secuestrados (si no hay tutela judicial hay secuestro) en nombre de esa difusa cruzada contra el terrorismo islámico que ha marcado la política norteamericana de los cinco últimos años.

También sorprende la naturalidad con la que la opinión pública española ha ido aceptando las sucesivas confirmaciones de que, efectivamente, los famosos vuelos de la CIA, con secuestrados del Pentágono, han venido utilizando las bases de Morón y Rota en sus escalas trasatlánticas. Esto ha sido legalmente posible desde que en 2002, Bush y Aznar firmaran un acuerdo flexibilizando las condiciones para la autorización española de este tipo de escalas que venían fijadas en el convenio de cooperación y defensa España-EEUU, tras su revisión de 1989.

Sin embargo, España estaría incurriendo en un supuesto delictivo de jurisdicción internacional: el de secuestro o detención ilegal, en grado de colaborador necesario, respecto a lo cual no está dicha la última palabra por parte de los tribunales españoles. Es uno de los regalitos que nos deja la actual Administración republicana de EEUU cuando George Bush inicia la recta final de su desdichado paso por la Casa Blanca.

Ahora se centra en Barak Obama la esperanza global de un reinado nuevo que empiece por ser más respetuoso con los Derechos Humanos y, en general, con las reglas del juego de la democracia. Más respetuoso de lo que fue Bush, como no se priva de demostrar cada día. Como no se ha privado de volver a poner de manifiesto en su viaje europeo de esta semana.

Por cierto, nadie ha echado de menos una escala en Madrid, en su séptimo y último viaje a la Unión Europea. Excelente noticia. Oportunidad perdida por el antizapaterismo militante. También puede ser que hasta los ruidosos agitadores del mal cartel de Zapatero en la Casa Blanca se hayan dado cuenta de que lo de Bush y Aznar fue un romance absolutamente tóxico.

Casi mejor. Les hubiera vuelto a comprometer con su valoración de las decisiones del Tribunal Supremo americano respecto a los presos de Guantánamo y con su declaración del otro día en Roma, según la cual lo de Irak estuvo muy bien pero mal explicado. Es la primera vez que se utiliza el pretexto de la comunicación no para disculparse de haber hecho mal las cosas sino de no haberlas hecho todavía peor.

*Periodista.