Un poco trágica la despedida de Manuela Carmena: «Yo ya no soy nadie», dijo al renunciar a su acta de concejal en la toma de posesión del nuevo equipo de gobierno municipal de Madrid, formado por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Es cierto que Más Madrid, el grupo liderado por ella, ganó las elecciones el 26 de mayo. En concreto, obtuvo 19 concejales, frente a los 15 del Partido Popular, los 11 de Ciudadanos y los 4 de Vox. Pero la aritmética es la aritmética y, aun contando con los 8 concejales del PSOE (en el supuesto de que pudiera contar con ellos, que parece que sí), Carmena no habría sumado lo suficiente para revalidar la alcaldía.

Sin embargo, lo intentó. Tres días después de las elecciones, es decir, después de admitir -la misma noche electoral- que su partido no iba a poder gobernar y que ella no iba a intentar seguir siendo alcaldesa, Carmena se desdijo de lo dicho y anunció que lo intentaría. Difícil, ya que sus 19 concejales más los 8 del PSOE sumaban 27, mientras que los 15 concejales del Partido Popular más los 11 de Ciudadanos más los 4 de Vox reunían 30. Así pues, ¿cómo pensaba intentarlo? La solución solo podía pasar por negociar la abstención de Ciudadanos, pero Ciudadanos parece preferir cuotas de poder -un apoyo aquí, otro apoyo allá, sea al partido que sea- antes que gobernar. La ambición, en fin, que o gobierna en solitario o no gobierna.

El caso es que Carmena lo intentó, debía intentarlo, no solo por haber ganado las elecciones sino por debérselo a sus votantes. Un asunto moral. Lo de menos es que fracasara. Lo que importa es que Carmena, considerada «alcaldesa del cambio», jamás habló de «la casta» ni se propuso acabar con ella, por supuesto. Importa su decisión de prescindir de coche oficial a cambio de viajar en transporte público. Importa que haya sido una rebelde que en ningún momento despreció el orden constitucional. E importa, sobre todo, su independencia, tanto por la negativa a formar parte de Podemos como por el coraje de enfrentarse sola al resto de partidos. ¿Trágica la despedida de Carmena? Más trágico es que ya no pueda llamársela alcaldesa.