Estefanía Rodríguez Domínguez falleció el pasado jueves en Salamanca y fue enterrada en su localidad, Nava de Francia, el viernes en medio del dolor de los suyos. Fue maestra primero y directora después, del hogar de Auxilio Social Francisco Pizarro de Trujillo. Tenía noventa y dos años. A los catorce años inició los estudios de Bachillerato-Magisterio que finalizó a los dieciocho. Comenzó como docente en un pueblo de la provincia de Burgos en 1936, después estuvo en pueblos leridanos, en La Nava y La Alberca, volvió a Cataluña y allí tuvo conocimiento de una plaza en el hogar Francisco Pizarro de Trujillo (Cáceres), a donde llegó en 1950, y que ha sido su vida. Primero como maestra y después como directora hacia 1959, ella ha sido el alma de este colegio que acogía a niños huérfanos de la región extremeña. Amaba su profesión, y como en alguna ocasión dijo, podía haber hecho tanto Magisterio como Medicina si hubiera habido disponibilidades económicas en su casa. Le llenaba entregarse a los más pequeños y aplicó la mejor medicina para encauzar la vida de niños con dificultades familiares y hacerles partícipes de una educación y formación para ser personas de bien. Allí lo fue todo y se ha granjeado el cariño y respeto de todos sus niños, más de trescientos en las tres décadas. El día de su funeral junto al recuerdo de sus íntimos, amigos y familiares no faltó la presencia de varias generaciones. Uno de sus alumnos durante la misa hizo un recordatorio de la vida de la finada y tuvo palabras muy emotivas para Estefanía manifestando "que le estarán eternamente agradecidos y su recuerdo permanecerá grabado siempre en nuestros corazones". Era el sentir de los presentes en el funeral que con Estefanía se va una gran vecina, una gran profesional, una persona íntegra. Tuvo el cariño y el reconocimiento de todos a una vida modélica de entrega a los demás. EMILIO LLORENTE. Plasencia