Yo no sé quién ha elegido los nombres de los ministerios y las vicepresidencias de este gobierno que ha costado Dios y ayuda, pero reconozco una vocación poética o hiperbólica que va por buen camino. Por ejemplo, Teresa Ribera es vicepresidenta de transición ecológica y reto demográfico, cuyos adjetivos bien podrían intercambiarse y significarían lo mismo, o sea, nada, porque en gramática importan más los verbos, o sea, lo que se hace, que los adornos. Podríamos hablar de una transición demográfica y un reto ecológico o crear un quiasmo, pero lo importante es actuar, y ojalá así se haga. Mientras no se actúa, regiones como Extremadura pierden habitantes a marchas forzadas, y no se toman medidas ni para que los jóvenes se queden ni para ayudar a una población envejecida a la que todo se le vuelven trabas. Si no, cómo se explica que se supriman sucursales bancarias o se elimine la venta de billetes en las estaciones de tren. Me gustaría ver cómo se alfabetiza tecnológicamente a la gran cantidad de personas mayores que no saben hacer trámites por internet porque no ven bien o no tienen ordenador o no pueden acceder a la red porque viven en pueblos que no merecen la pena a las grandes compañías del sector. Eso, en cuanto a la despoblación, sin hablar de que en este país la edad media del primer embarazo se ha retrasado hasta los treinta y un años y la tercera parte de las mujeres tienen su primer hijo pasados los treinta y cinco. Dejando aparte las supuestas bondades de ser madre tan tarde con que nos bombardean las revistas del corazón, asistimos a un despropósito enorme. Muchas mujeres serían madres antes si pudieran, porque aguantar el ritmo de un bebé pasados los cincuenta solo está al alcance de las estrellas de cine con niñeras, no al de trabajadoras que tienen la costumbre de comer tres veces al día y necesitan madrugar para acudir al trabajo. Por eso, sin hablar de ecología porque me paso de caracteres, me gustaría que los adjetivos del cargo se convirtieran en acciones, en estrategias que logren que los pueblos no se vacíen, las escuelas no se cierren, y las calles se llenen de niños nacidos cuando sus padres quieran, no cuando puedan. Si no se consigue eso, cualquier adjetivo será solo un adorno, tantos ministerios y vicepresidencias, una decoración, y la política una alfombra bajo la que esconder todo el moho que no se puede tapar con una capa de pintura brillante.

*Profesora y escritora.