TDtespués de casi un año de relación sólo con derecho a roce ilimitado, mi amigo Carlitos ha decidido irse a vivir a un acogedor apartamento con Lisa , su amada inglesita de pelo rojizo y ojos color dulce miel. Ahora también tiene derecho ilimitado a cocina, lavadora, plancha, limpieza general e incluso bordado y cosido.

Pero la inglesa Lisa no sólo quiere compartir con Carlitos brillos de azulejos y revolcones en sábanas de franela portuguesa; sino también la sonrisa desdentada de un bebé gordito y rosado como una gominola de fresa. Elizabet desea ser madre y quiere hacer padre a Carlitos, pero ella tiene un historial clínico donde consta que fue sometida a una operación ginecológica cuando tenía veintiocho años y no puede ser fecundada. Por lo tanto ese hijo debe llegar por la vía de la adopción, algo que Carlitos ha aceptado de buen grado.

Así que han comenzado con los trámites, pero se han dado cuenta de que conseguir un niño en adopción es una tarea más complicada que subir diez ochomiles . Al parecer, según me cuenta Carlitos, las instituciones nacionales te someten a una exhaustiva inspección: aficiones, colores favoritos, talla de calzoncillos y bragas, ¿qué guardas debajo de la alfombra?, análisis sicológicos para cerciorarse de que no eres imbécil, posición social para que a tu futuro hijo no le falte de nada, espionaje tipo CIA para comprobar que no llevas una vida demasiado frívola, que no tienes aficiones insanas y vas a dedicar mucho tiempo al niño. Luego están las exigencias del país de origen del niño, que suelen ser económicas.

"Y encima un día lees en el Periódico esta noticia: Angelina Jolie y Brad Pitt adoptarán un cuarto hijo. La pareja no ha elegido de qué país será el niño", me dice Carlitos sonriendo irónicamente para frivolizar su comentario.

*Pintor