Decir que si la economía española crece menos el año que viene hay que tomarlo como un dato positivo es una veleidad que solamente puede permitirse el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, genuino representante del ala liberal del PSOE que ha ocupado todo tipo de cargos públicos en las administraciones de Felipe González y ahora en la de Rodríguez Zapatero.

Su última intervención pública fue el viernes pasado en el Senado, con motivo del debate de los presupuestos generales del 2008. Del discurso del gobernador sobresale una descalificación política, sin señalar a nadie directamente, pero de fácil concreción, a quienes proponen alegres rebajas de impuestos con la excusa de que el Estado tiene superávit, tal como se está planteando durante la precampaña electoral.

Es éste un torpedo directo a la propuesta de Mariano Rajoy de reducir, sin cálculo meditado, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en caso de ganar las próximas elecciones generales.

Pero también hubo especial insistencia por parte del gobernador del Banco de España en que ahora es tiempo de mantener el superávit público como previsión de un posible cambio de ciclo económico tanto nacional como internacional. Lo cual es la confirmación de que se da por descontado que ese cambio ya está en marcha.

Antes del verano, Fernández Ordóñez advertía de que la pujanza inmobiliaria de los últimos años tocaba a su fin. Acertó. También aseguraba no estar preocupado en exceso por la inflación, que esperaba que cerrara el año en el 2,7%. Se equivocó. Tanto, que ha renovado parte del discurso del banco emisor, que tendrá su peso equitativo en el que hace el Banco Central Europeo.

Si hay repunte de precios en España y en el resto de las economías del euro, los tipos de interés vigentes deben mantenerse o incluso retocarse al alza. Contribuye a ello que los grandes bancos europeos --excepto, todavía, los españoles-- siguen tocados por la crisis de los préstamos basura iniciada en Estados Unidos y que no ceja, como lo demuestra que el pasado jueves el mercado de bonos europeo, donde los bancos del continente piden y se prestan dinero, cerró antes de hora porque nadie pactaba operaciones ante los nubarrones que se cernían.

Si la economía española reduce su velocidad de crucero en el 2008 al 3% desde el 3,7% actual será, según la nueva doctrina de Fernández Ordóñez, un buen dato. Lo que ahora se teme es que haya una inflación sostenida demasiado superior a la media europea que haga perder competitividad y acabe creando paro, un dato mucho más peligroso para las familias españolas y sus ingresos que el que supone el aumento circunstancial del euríbor al que tienen referenciadas sus hipoteca.