WEw l número de inmigrantes subsaharianos llegados a Canarias en lo que va de año multiplica por cuatro el total desembarcado en el 2005. El Gobierno registró entonces 4.715, y ahora la cuenta va por los 18.000. La elocuencia de las cifras no solo significa un grave problema de logística, sino que encierra un hecho sobrecogedor: Africa llama sin parar a las puertas de España, a diario. Si a finales del siglo XX y a principios de esta década la mayor oleada la componían ciudadanos magrebís que invadían las costas andaluzas, ahora son los inmigrantes de Mali, Mauritania, Liberia, Níger, Senegal, Costa de Marfil y otros países en el límite de la miseria --o al menos muy lejos del nivel de vida a que aspiran sus jóvenes-- quienes insisten, una y otra vez, en su angustiosa demanda de trabajo, de ilusión, de supervivencia.

Africa, explotada a destajo por el colonialismo europeo, le está diciendo a Europa que no puede más, como hace tiempo vienen avisando las oenegés. Zapatero ha prometido duplicar la ayuda económica, que actualmente es de 681 millones de euros. Así aliviará bastante la conciencia de la Administración, aunque poco el problema de fondo. Dado que dar trabajo a tal cantidad de personas es una utopía, tal vez sea hora de que la UE intervenga implicándose a fondo, y que los empresarios reciban mayores incentivos para invertir en el Africa subsahariana, donde las desigualdades en relación con el mundo desarrollado son vergonzosas.