XExn 1992, en la Cumbre de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, los 175 países participantes firmaron un documento denominado Agenda 21. Es un plan para conservar los sistemas que sustentan la vida de nuestro planeta y dejarlo en condiciones de ser vivido por las generaciones futuras. El aplicarlo corresponde a los gobiernos, las instituciones, empresas y grupos cuyas acciones tienen repercusión en el medio ambiente. En 1994 se firma la Carta de Aarlborg, que marca el inicio de una campaña de ciudades europeas comprometidas con la sostenibilidad de sus territorios.

Pero no vale sólo con firmarla. Las Agendas 21 locales se basan en la participación de todos los agentes socioeconómicos de la comunidad correspondiente, diagnostican la situación ambiental y planifican medidas para conseguir la sostenibilidad de aquélla. Temas como el tráfico y el transporte, la salud y riesgos ambientales, la energía, los residuos, el desarrollo socioeconómico e incluso la formación y participación ciudadana son posibles áreas temáticas sobre las que fijar unos indicadores que sirvan para evaluar año tras año lo conseguido y lo que falta por lograr.

Se me ocurre que puesto que estamos en el discurso de conseguir para Cáceres el título de Capital Europea de la Cultura en el 2016, las cuestiones anteriores han de considerarse. A fin de cuentas el patrimonio no sólo se construye con monumentos arquitectónicos, sino también con los naturales. Y las iniciativas hacia la sostenibilidad deben desarrollarse en todos los niveles: individual, escolar, local, regional o nacional e internacional y nunca aisladamente, participando en foros a favor de un desarrollo sostenible local al tiempo que instaurando, en el ámbito de cada uno, formas de consumo respetuosas con el medio ambiente.

Situémonos por un momento en el ámbito escolar. Sabemos que en él se consolidan los hábitos y las formas de comportamiento. Sin duda que éstos serán acordes con el respeto a los valores ambientales si esa es la cultura allí imperante. Porque si los centros educativos quieren responder a las necesidades sociales de cada momento han de estar más abiertos al entorno, enseñar conocimientos y capacidades para la comprensión del mismo y promover actitudes de compromiso con la mejora ambiental. Hoy en día la población es mucho más sensible y consciente de los límites del planeta, sabe que vivimos en un único mundo en el que el estilo de producción de la minoría rica es muchas veces insolidario, no exportable y que precisa de medidas correctoras que moderen los abusos, también los de ciertas prácticas individuales. La educación ambiental puede contribuir a crear un estado de opinión ciudadano suficientemente potente como para despertar las conciencias sobre el deterioro ecológico. El sistema educativo reorientado hacia el desarrollo sostenible, planteando estrategias en esta dirección, es un aliado formidable.

Todas las personas interesadas (padres, profesores, personal de administración, etcétera) en hacer del centro educativo un lugar atrayente e integrado en los problemas del entorno debieran participar en la construcción de la Agenda 21 escolar. Esta permite a los alumnos comprender este tipo de problemáticas y prepararse para el ejercicio ciudadano en pos de una sociedad más justa. Mejorar las relaciones ser humano-sociedad-medioambiente y equilibrarlas.

Es una aplicación directa, en zona educativa, de los planteamientos, participativos y plurales, de la Agenda 21 general que cualquier ciudad que se precie debiera tener funcionando. Desde el foro de participación escolar donde se prioriza un problema y el centro educativo en el que se establece un plan de acción para atajarlo, hasta el foro de participación ciudadana, fase previa a la intervención de los poderes locales, hay sólo un paso, aunque muy importante, de relación e incardinación con el territorio y sus posibilidades.

*Secretaria de Educación de la

Ejecutiva Regional del PSOE