La tradición, la costumbre, ha hecho que desde que se tiene memoria práctica de la vida moderna que agosto sea un paréntesis en la preocupación mayoritaria de los españoles. Antes, el límite para poner en marcha los sueños estaba en Benidorm o Torrevieja; ahora se ha desplazado a la República Dominicana, Cuba o Cancún. Está establecido en quien tiene capacidad de crédito que agosto es un paréntesis en la tragedia de la vida cotidiana, sea para jugar al dominó en el pueblo o para dejarse la piel al sol en el Caribe.

Este año agosto es más necesario que nunca porque la cadencia de noticias y pronósticos negativos anuncian que lo razonable sería moderar y modificar el consumo, cambiar las reglas de la economía, contener las diferencias económicas y sociales y recuperar el prestigio de la política y del Estado para que el futuro fuera sostenible y solidario. Pero son pensamientos abstractos para una sociedad eminentemente práctica, en la que la utopía se ha reducido a saber si meterán más goles Ronaldo o Messi . Los precios de los futbolistas son sólo una maquinaria para que la construcción se relance con el dinero de las camisetas de los ídolos del balón.

No parece que haya un escándalo en la comparación de los millones de euros, que son miles de millones de pesetas, que ganan los futbolistas y pagan los clubes, porque la sociedad ha aceptado que las mismas diferencias que existen entre quienes mandan en los despachos y aprietan las tuercas en los talleres se trasladen a los nuevos ídolos sociales. Quienes no llegan a final de mes pagan butacas de tribuna para poder desahogarse de la tragedia de la vida exaltando a su equipo y maldiciendo al contrario.

Agosto es necesario para agarrar energías y aguantar un año en que no se podrá llenar el carro de las grandes superficies con la misma alegría del crédito de la tarjeta.

Todo sucede mientras la izquierda intelectual y política está ausente; no comparecen por dos razones: no tienen ideas, porque la costumbre de ser intelectuales orgánicos del poder económico ha anidado la cobardía como un comportamiento aceptable. Pero además, en el fondo, a lo que aspiran es a escribir una novela de éxito soñando con ser el Cristiano Ronaldo de una explosión editorial: nada se escapa del mercado y agosto es sólo un paréntesis para olvidar; una droga para la supervivencia o la cocaína temporal para formular un sueño.