Justo no habíamos terminado de agradecer a la Unidad Militar de Emergencia (UME) la retirada de 63.000 toneladas de camalote del río Guadiana cuando un grupo de radicales se empleaba a fondo con los representantes de las FAS en el Salón de Enseñanza de Barcelona. La imagen que nos ha transmitido la prensa no puede ser más esperpéntica.

Esos hombres honrados, que diría Calderón de la Barca, aguantaron estoicamente por segunda vez, desde que fueran señalados por Ada Colau, a quienes consideran que las Fuerzas Armadas no son una salida profesional y que por ello no deben participar con un estand en el Salón de la Enseñanza, erigidos como la policía del pensamiento, que tan bien retratara Orwell en 1984, siguiendo las consignas del Ministerio de la Verdad; pues parece que en Cataluña todo lo que no sea independentismo corre el riesgo de ser declarado anatema.

Lejanos aquellos tiempos en donde el servicio militar representaba para muchos salir del campanario del pueblo, conocer otras realidades, someterse a una disciplina y por qué no, encontrar oportunidades laborales.

Triste época la nuestra que tiene que proteger a sus militares tras dos cordones de seguridad de gente que se denomina pacífica en un evento dedicado a la educación, gente que ha olvidado que las guerras no las comienzan los militares, sino los políticos.