Ayer se inició la que puede ser considerada como la obra más importante que se acometerá para la ciudad de Cáceres durante los próximos años. En cierto sentido, más que el AVE o cualquier autovía, porque se trata del agua que beberán la actual y las próximas generaciones de cacereños. La solución planteada por el Ministerio de Medio Ambiente, a través de la Confederación Hidrográfica del Tajo, se puede considerar aceptable. Es verdad que Portaje no da garantías, pero también es cierto que detrás están la presa de Gabriel y Galán y el Alagón.

Aunque se pueda dar un voto de confianza a la confederación, también son comprensibles las voces que han surgido en contra de este proyecto, porque si se piensa un poco se trata de traer el agua desde una distancia mínima de 64 kilómetros, que en la práctica, cuando se dependa del Gabriel y Galán, serán más de cien kilómetros. Solo de pensarlo, son lógicas las dudas.

Pero lo que sí es ilógico es que esta cuestión se politice. Si el debate es técnico se entiende, si la discusión se lleva a un campo exclusivamente político es reprobable, porque con el agua y las garantías de abastecimiento no se juega. O no debería jugarse.