Soy un enamorado de la aviación, de toda la vida. Como no podía hacer otra cosa, me consolé en mi infancia de la imposibilidad de volar, leyendo tempranamente a Saint Exupery , especialmente sus obras El aviador, Vuelo nocturno --que en el bachillerato traduje del francés-- y Piloto de Guerra , y luego la tremenda Pylon , de Faulkner , que narra las increíbles carreras y acrobacias aéreas de los aviadores de los años 20 y 30 en Norteamérica. Ambos fueron grandes pilotos militares y sabían de lo que hablaban. También volé con la imaginación gracias a Selma Lagerlöf y a su El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia , aunque esta vez fuese a bordo de un pato. Y he volado, inefablemente, a lomos de Clavileño, con la ilustre compañía de don Quijote y Sancho. Sin contar otros vuelos por el cielo de la mejor literatura.

Luego, como periodista y viajero empedernido, pude volar ya realmente, en incontables ocasiones, en toda clase de aviones, helicópteros y otros artefactos voladores, y ahora estoy en trámites para volar con la Patrulla Aguila en uno de sus ejercicios acrobáticos, si el mando me autoriza, con lo que me daría uno de los mayores gustazos de mi vida, y yo podría contárselo y vivirlo con todos ustedes desde la televisión extremeña o desde otros medios. Sigo desde hace años a ésta que es una de las mejores agrupaciones acrobáticas aéreas del mundo y que representa al Ejército del Aire y a España con la mayor excelencia y el mayor prestigio internacional.

Y por fin, el año pasado, pude contactar con el grupo gracias a que uno de sus pilotos, Momo Abós , es de Badajoz. He visto exhibiciones aéreas de estos siete ases de la Patrulla Aguila --un prodigio de belleza, precisión y riesgo controlado-- y el domingo pasado asistí, en la base aeronaval de Rota, a la preparación, toma de aviones y despegue, de la exhibición que hicieron en Cádiz ante más de 250.000 personas (¿quién ha dicho que el fútbol es el deporte que más público atrae?) y pasé uno de los mejores ratos de mi vida. La lección de los Aguilas es que siendo el equivalente en lo suyo a siete Messis , o a siete Ronaldos , o a siete Plácidos Domingos , nadie ha visto sus caras, ni se les reconoce por la calle, ni ni les pide autógrafos. Y ésta es su grandeza: la de la perfección, desde el anonimato, el servicio y la humildad. ¡Gracias y felicidades, campeones!