Confuso y controvertido hombre de negocios, Ahmed Chalabi (Bagdad, 1945) es una de las voces cantantes del Gobierno interino de Irak. EEUU le apoya y ello quizá equivalga a aquello de Blas habló, punto redondo, ya que por algo los norteamericanos son --resistencia aparte, más activa de lo que se quiere-- los dueños del país. Ahmed Chalabi pertenece a una familia de banqueros shiís, que se vio obligada a exiliarse cuando en 1958 llegó al poder el partido Baaz.

Estudió Matemáticas en la Universidad de Chicago y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts; pasó al Líbano, donde se casó con la hija de uno de los firmantes de la independencia de aquella nación, y luego fundó una próspera empresa de programas informáticos. Enemigo sempiterno de Sadam, nunca ha sido una persona de actuaciones claras y en muchas ocasiones le han acusado de vividor porque jugaba a conjugar el apoyo norteamericano con los intereses árabes.

Pese a todo, Chalabi es la persona más útil desde el punto de vista norteamericano, el que más cuenta --si las cosas no se tuercen-- para que Irak recupere su identidad como nación. E incluso, aunque presionado desde distintos ángulos, puede dar la sorpresa de ser el regenerador de su patria. Todo depende de que obtenga el poder y le den tiempo y medios para actuar.