Si en abril las elecciones se decidieron por bloques y la izquierda se movilizó para frenar el ascenso de Vox y la derecha en su conjunto, esta vez es la caída de Ciudadanos, la bajada del centro ideológico liderado por Albert Rivera, lo que podría decantar las elecciones del próximo domingo en uno u otro sentido. El PP habría escalado desde los 66 hasta los 90 escaños según las encuestas, pero en estos últimos días su alza se estaría ralentizando como consecuencia de que el partido de Abascal no solo se mantiene, sino que incluso sube por encima de los 40 escaños. Los incidentes de Cataluña, como consecuencia de la sentencia del ‘procés’, le han hecho un gran favor a Vox. Cuando el nacionalismo catalán se hace violento, el nacionalismo españolista se enciende. La moderación de Casado de los últimos días dice mucho de la nueva estrategia del PP. La razón está clara: no puede crecer por la derecha y, en consecuencia, hay seducir al centro ahora que Ciudadanos anda a la baja. Sin embargo, ahí está Pedro Sánchez, quien de repente ha visto que Podemos sigue en pie a pesar de Errejón y no le queda más remedio que tratar de asaltar al centro. La campaña puesta en marcha por Ferraz culpando a Pablo Iglesias de bloquear un gobierno de progreso no ha convencido más que a los suyos y los morados logran mantener una cuota de votos interesante. Así pues, si no hay guerra de bandos, si Vox y Podemos se quedan como están o incluso crecen, la posición a adoptar es ir a por Ciudadanos. Y ahí anda la pelea.

La campaña ha empezado el viernes pasado, pero en realidad la gente anda en sus cosas, de puente de los santos y los difuntos, sin mirar demasiado a sus políticos. Digamos que la actualidad electoral se ha convertido en un mero intercambio de titulares por ahora. No será hasta esta semana, y más concretamente hasta el debate televisivo de mañana lunes, cuando los electores reparen en las urnas del 10-N, esa obligación democrática donde confluyen los electores convencidos de derechas y de izquierdas, y aquellos otros de centro que lo mismo votan a uno que el otro y que, de un tiempo a esta parte, habían encontrado refugio en Ciudadanos.

Una campaña cada vez es más determinante, sobre todo si son como las actuales de corta duración donde se tienen que concentrar estrategias e iniciativas en apenas cinco días. En tiempos del bipartidismo, una campaña no dejaba de ser un mero trámite; raro era quien cambiaba de voto por lo que dijera su candidato o su contrincante en los últimos días antes de las urnas. Sin embargo, con la aparición de los nuevos partidos, la cosa ha cambiado por completo. Tanto, que un debate en televisión es más importante que diez mítines juntos. No solo por lo que logra acaparar de audiencia y el morbo que lleva implícito ver en el mismo plató posiciones tan extremas como Vox y Podemos (o discusiones tan celebérrimas por ver quién manda en cada bando), sino por lo que genera de tertulias y opiniones en los días sucesivos, cuando los indecisos deciden su voto o los inmovilizados tienen que optar finalmente por quedarse en casa o acercarse a su colegio electoral. De ahí que los equipos de asesores preparen estas citas de forma concienzuda, dejando poco hueco a la improvisación y tratando de meter los mensajes que puedan o contestando a lo que deban sin ‘pifiarla’ en el último momento.

De todas maneras, el resultado que se espera es de bloqueo nuevamente. Eso se trastada desde las filas de todos los partidos, que no se va a poder sumar ni a izquierda ni a derecha y en el primer caso, encima, las cosas están peor que en abril, con un PSOE y un Podemos culpándose de no haber alcanzado un acuerdo ni antes ni después del verano. Si a ello sumamos que Pedro Sánchez ya ha dicho que no habrá gran coalición de partidos constitucionalistas tras los comicios como había trasladado Pablo Iglesias, ¿a dónde vamos?

Este país no puede permitirse una situación de impasse por más tiempo y evidentemente ya no caben nuevos comicios en el horizonte. O alguno de los grandes partidos se abstiene, y deja pasar a quien haya ganado las elecciones, o estaremos así sine die, porque la confluencia de fuerzas hace imposible mayorías de bloques y si ambos suben, el centro es incapaz de decantar la balanza en uno u otro sentido.

No estaría de más que esta semana, en el tramo final de esta minicampaña electoral, las diferentes fuerzas políticas dijeran ya qué posición van a adoptar al día siguiente del 10-N, porque la excusa de que depende de los resultados no vale cuando venimos de una investidura fallida y por ello vamos a pasar nuevamente por las urnas.