Hay que perder con elegancia. No pudo ser ¿Que todo acaba aquí? Ni mucho menos. Cáceres ya es imparable en su ruta hacia la cultura, hacia horizontes más abiertos que hagan a la ciudad más creativa y dinámica. Porque Cáceres no es una entelequia, sino un proyecto siempre vivo de cuantos vivimos a la sombra de la diosa Ceres. Cáceres es una ilusión permanente para alcanzar cuanto nos propongamos, siempre siguiendo por el camino marcado en estos años, desde octubre de 2003. No hemos sido finalistas. Pero va en el oficio. El que compite puede perder y al que juega lo pueden desplumar en una partida de cartas. Nos hemos despertado con el amargor de la decepción, es cierto. Pero eso acontece muchas veces en la vida. Mojados ya con el jarro del agua fría y asumido el revés, Cáceres no puede permanecer ahora lamiendo sus heridas. Porque creemos que, a pesar del varapalo, ha llegado la hora para que deje de ser una de las cenicientas del país. Y es que hay muchas más cosas que ganar, pues no todo termina en la Capitalidad Europea de la Cultura. Sin olvidar que los pueblos son más grandes cuanto mejor saben levantarse, retomando la carrera con nuevos ímpetus, sacando conclusiones y mirando siempre hacia adelante. Nuestro prestigio --que nadie lo dude-- está intacto. Nuestro acervo cultural sigue incólume. Y nuestro sentido de la responsabilidad será más fuerte en los tiempos que se avecinan. Porque sabemos que los proyectos presentados no están perdidos ni serán olvidados. Aquí no se va a tirar nada por la borda. Puesto que si nuestro optimismo no tuvo el colofón deseado, sí que esta decepción nos va a servir para estar más unidos como extremeños, conscientes de que ya no podemos seguir en nuestro rincón , ni envidiosos ni envidiados. Y, a la vez, como nos invita Pedro de Lorenzo , en su libro, Extremadura, la fantasía heroica , debemos saber "retornar a la tierra", que tiene mucho y bueno que ofrecer. Y hay más retos que superar. Y más aventuras en las que embarcarnos. Y más trenes que tomar. Y más ilusiones que materializar; eso sí, sin que nadie mire desde la barrera. Sin olvidar ese logotipo que elegimos, debiendo ser en adelante el mismo banderín de enganche para todos. El paso adelante ya está dado y el sudor vertido no será estéril.

Cáceres, en definitiva, no ha perdido, tras la proclamación del fallo, ninguna de las potencialidades que exhibió en Bruselas, sino que lleva en su interior la ballesta que la ha de lanzar a ganar otros retos que se interpondrán, a buen seguro, en su camino hacia el progreso- Sólo me resta agradecer a esos hombres y mujeres que se han dejado la piel en preparar, lo mejor que sabían, los trabajos presentados para dicho objetivo. Y ahora, mirar hacia delante.