Problema de interlocución", dicen los socialistas. Y señalan, claro, al interlocutor, que era, a su vez, el mensajero. Es decir, a Jesús Eguiguren , el presidente de los socialistas vascos y presunto interlocutor habitual con Josu Ternera en busca de un cese de las actividades de la banda terrorista ETA.

Dicen que Eguiguren y Ternera se entendieron mal, que cada uno interpretaba favorablemente para su causa lo que decía el otro. Pero la dirección de la banda exigía cada vez más, mientras Zapatero , optimista inveterado, prefería creer, corregida y aumentada, la versión de su correligionario vasco: que todo iba por el buen camino.

Es obvio que no ha sido así, y que hubo --el propio Felipe González se lo ha dicho, en público, a Zapatero-- un error al barajar solamente "la hipótesis optimista". Con lo que el clamor interno que sacude crecientemente a los dirigentes del PSOE, que se sienten confusos, parece basarse en este problema de interlocución entre los dos principales negociadores directos de la paz --porque negociación ha sido, más que conversación--. Pero también en la errónea interpretación de los datos por parte del presidente del Gobierno, máximo responsable de un proceso que sólo a él corresponde liderar.

Tremenda esta soledad del presidente del Gobierno, envuelto ahora en las críticas internacionales --muy duro, por ejemplo, el imprevisible Financial Times --, en los recelos en el seno de su propio partido y abandonado de manera claramente excesiva por la oposición. Menos mal que impera la disciplina en las filas socialistas y que ZP sigue contando con el apoyo, a veces no sin reparos, de los restantes grupos parlamentarios. Pero ahora todos los ojos están puestos en él: ¿qué hará?

XLA VERDADERAx equivocación sería ahora centrar las culpas, como algunos soterradamente pretenden, en Eguiguren. Puede que ETA trate de culpar, en sus filas, a Ternera, quién sabe. Una versión a la vasca de matar al mensajero. Lo cierto es, y el propio periódico cercano a los etarras Gara lo decía este jueves, que en el último encuentro entre "el Gobierno español y ETA", a mediados de diciembre, se constataron ya las claras diferencias entre ambas partes. Lo incomprensible es que, en medio de la oleada de rumores y casi certezas que sacudían a los medios políticos e informativos españoles, el presidente decidiese proclamar su optimismo en que este año esta cuestión iría mejor aún que el anterior, en la desgraciada rueda de prensa del 29 de diciembre.

La responsabilidad del análisis equivocado procedente de una información involuntariamente sesgada --hay que presumir que tanto Eguiguren como Ternera ansiaban llegar a un buen resultado, y de ahí que sus mensajes a los jefes respectivos resultasen excesivamente alentadores-- es, pues, exclusiva del presidente y de sus asesores más directos en materia de terrorismo. Porque no cabe pensar que Zapatero haya desestimado la valoración que le llegaba del Centro Nacional de Inteligencia, del Ministerio del Interior y de los propios servicios de información policial y de las Guardia Civil. Luego tenemos que deducir que también estos servicios --hay una declaración del director de las Fuerzas de Seguridad, Mesquida , muy ilustrativa a este respecto-- prefirieron ver la botella medio llena, cuando estaba más que medio vacía.

Ahora lo importante es saber si el presidente tiene talla de auténtico estadista. Porque de los fracasos y de los reveses se aprende, se extraen conclusiones. Quienes pensamos que el proceso de negociación debe continuar cuando se den las condiciones para ello --y, claro, aplicando las medidas policiales y la ley con el rigor correspondiente-- esperamos con ansia los próximos movimientos de José Luis Rodríguez Zapatero. Nos jugamos mucho más que saber quién será el próximo inquilino de la Moncloa.

*Periodista