Cuando en un país tercermundista aflora la hambruna es fácil atribuirla a la sequía, pero muchas veces la verdadera causa no solo es esa. Por lo cual es pertinente preguntarse: ¿Por qué ocurre esto? En mi opinión sucede porque los egoísmos, las avaricias individuales, podríamos decir que se estructuran en torno a grupos de presión, partidos políticos, etcétera, y cometen injusticias que se concretan en corrupción política, nacionalismos egocéntricos e insolidarios, alteración fraudulenta del precio de las cosas, etcétera, lo cual genera grandes beneficios para unos pocos, pero engendra ruina, guerras, hambre en grandes masas de gente. En el siglo XXI hay conocimientos, posibilidades tecnológicas, recursos logísticos, etcétera, para conseguir que las personas no se mueran de hambre. Pero no se aplican soluciones de fondo porque la avaricia estructurada todavía impide otros remedios que no sean parches coyunturales. Y no nos engañemos, la democracia tampoco está a salvo de los desmanes que arruinan al pueblo. Es preciso que impere el rigor y transparencia en la administración del dinero público, que es del contribuyente, no del gestor. O que funcionen los contrapesos del Poder. Por ejemplo: que la Justicia no tenga que mirar al Ejecutivo antes de dictar sentencia.

José Murillo **

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