WUw na corriente de aire fresco parece haber invadido el Congreso de los Diputados con el inicio de la nueva legislatura. Al menos, esa saludable conclusión puede extraerse del tono de la primera jornada del debate de investidura celebrado ayer. Por un lado, el candidato a presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, expuso su intención de pactar con el PP los grandes temas de Estado: reforma de la justicia --incluida la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional--, política antiterrorista, que llamativamente ocupó apenas dos minutos en el discurso del candidato, financiación autonómica y presidencia de la UE, que recaerá en España en el 2010.

Frente a esa mano tendida, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, supo mostrar un espíritu constructivo, pero sin renunciar a su derecho --que también es su obligación-- de ejercer una oposición férrea. Una pista clarísima de por dónde va a ir el golpe de timón que Rajoy pretende dar en el PP y que, a buen seguro, será criticado por una parte de los suyos, que empezarán pronto a añorar los buenos tiempos de la crispación.

Donde más apretó el jefe de la oposición fue al abordar la situación económica. Así, mientras Zapatero insistía en el término "desaceleración", se esforzaba para que ninguno de los conceptos utilizados pudiera dar pábulo a un diagnóstico más severo y achacaba el frenazo a la crisis financiera internacional, Rajoy apuntaba que la economía española tiene achaques cuya causa principal ha sido la nula gestión del Gobierno anterior. Se trata de un debate razonable, que es el que cabía esperar entre un partido que ganó las elecciones del 9 de marzo con 11 millones de votos y otro que las perdió con 10 millones. Un debate, además, próximo a los intereses y preocupaciones de los ciudadanos. Zapatero se comprometió a que el acuerdo sobre el terrorismo incluya el compromiso de no negociar con ETA. Precisamente esa idea fue la que sometió a debate Rodríguez Ibarra en la reunión de la cúpula socialista en la que se debatió el programa electoral y, entonces, no salió vencedora. Ahora es la que servirá de guía en la política antiterrorista.

En lo que no ha habido un compromiso expreso por parte del candidato y futuro presidente es en la reforma de la ley electoral. Llamazares, principal damnificado de la actual, pidió que se abordase la cuestión con carácter de urgencia, pero Zapatero solo anunció que promoverá una ponencia para que estudie la citada reforma. Sí fue concreto, en cambio, en su voluntad de publicar las balanzas fiscales, una exigencia del PSC que ayer fue atendida... y desoída, en igual medida, la posición extremeña sobre las mismas, publicación que el presidente Fernández Vara califica de "inmoral".

Con todo, el tono general del discurso de investidura, que en definitiva es una declaración de intenciones, augura un ciclo político nuevo, en el que las dificultades económicas van a estar en primer plano y en el que cabe soñar con una recomposición del consenso sobre la política antiterrorista. Pero habrá otros temas estrella --el cambio climático o el sistema educativo-- donde la oposición y las comunidades autónomas tendrán mucho que decir. Deseamos que lo hagan sin elevar el termómetro de la crispación a las cotas de los últimos años.