Historiador y miembro del PSOE cacereño

Cierto es que los nuevos enfoques que se presumen tendrá la campaña electoral que se avecina de cara a los próximos comicios del mes de marzo trascenderán la expedita vía de la integridad del Estado español. Sí, posiblemente sea su tema estrella. Aderezado con cuestiones colaterales como la financiación autonómica, el modelo del Estado, la reforma del Senado, la ampliación de las competencias de la comunidades autónomas...

Todo ello no esconde la previsible idea que pueden plantear algunos fundamentalistas de la derecha más reaccionaria del país, ni siquiera a hablar (¿hablando se entiende la gente?) e incluso, si se precia, aislar a la comunidad de Extremadura del resto de España. Es decir, convertir a nuestra ciudades y sobre todo a nuestros pueblos en aquellas remotas aldeas galas que resisten, una y otra vez al invasor. Con displicencia, aunque sea en precario.

No importa para esta derecha rancia el hecho de reconocer una España plural. Un entorno tolerante. Abierto. Diferente. Solidario con el resto. No impune ante los compromisos comunes.

Una España en la que nos reconozcamos todos. Un país. Una nación. Un Estado. Un territorio. Un sentimiento.

Por esa razón quizás sea conveniente que durante los próximos meses nos esforcemos más en contribuir a consolidar un espacio de entendimiento que en profundizar en los desencuentros.

Muy fácil es el tono bronco cuando se dirige uno, cual guerrero, a sus seguidores. Más complicado resulta hacer ver que lo que te rodea, que los demás, ¿los otros?, no son tan malos. La cultura de lo negativo estigmatiza el sentido político del ciudadano. Cuidemos de que dicho mensaje no abunde.