Desde el año 2000 los sucesivos gobiernos de nuestro país nos han presentado una situación de las cuentas públicas que hace creer en los cuentos de hadas.

Sin embargo, como ciudadano me llama poderosamente la atención que se considere saneado el erario público cuando las necesidades básicas de la población no están cubiertas. No me refiero a subvencionar nada, sino a hacer que las competencias estatales funcionen adecuadamente.

El caso más llamativo en los últimos meses es el del retraso de trabajo en los juzgados que permite, ni más ni menos, que no se cumplan condenas de sujetos peligrosos. No hay Derecho, nunca peor dicho... ni recursos para aplicarlo.

Para muestra queda ese botón de lo que no entiendo cuando el Estado o los diferentes gobiernos regionales y locales, presumen incluso de ahorrar parte del dinero de todos; orgullosos de su gestión y no de no gastar lo que en realidad hace falta invertir.

La cultura de los políticos como gestores económicos se ha llevado a tal extremo que se ha distorsionado el objetivo final; servir al ciudadano y no servirse de él.

Ignacio Caballero Botica **

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