El ciclista madrileño, hijo adoptivo de Barcarrota, se erige en sucesor de Miguel Induráin como ganador del Giro, un año después de tomar, también, el testigo del navarro en el Tour. El jefe de filas de Astana logra así su primera maglia rosa de manera tan brillante como paradójica, ya que estaba de vacaciones diez días antes de que su equipo fuese invitado, por sorpresa, a la ronda italiana.