Alberto Oliart , con 81 años, se ha convertido en el referente de una generación olvidada, acumuladora de polvo como mueble viejo en el desván para todo aquello que siendo útil en tiempo atrás adolece de valor en el presente. ¡Cuánta inteligencia y sabiduría desperdiciada! De alguna manera hemos convenido dejar brillar a la intelectualidad desde los premios ocasionales, los sillones de las reales academias y el púlpito de los dogmas escritos en los recientes manuscritos salidos de las imprentas. A los mayores que alejados de las letras han ocupado notables roles sociales deambulan entre fundaciones y a casi todos los demás la tarea de acompañar a los nietos al colegio y pasar el tiempo en el pequeño huerto familiar a la espera de atardecer definitivamente en esto del vivir. Así lo hemos convenido sin darnos cuenta que esa lógica obedecía a la esperanza de vida distintiva de antaño, más ahora que parece no tener fin esto de vivir, esas cosas ya no sirven y se rescata para la productividad social a estas edades del nuevo icono don Alberto.

Claro está que ese "mutuo acuerdo" a la hora de organizar las categorías sociales en la edad, a los jóvenes se les dejaba un tiempo --largo tiempo de espera en tierra de nadie--, pero con la promesa de incorporarse de pleno derecho a su sociedad, esa que recompensa a las personas en función de su trabajo a la misma. Distintos estudios muestran que la adolescencia está comiendo terreno a la infancia --empieza a los 10 años-- y que esta se prolonga hasta muy tarde, casi hasta que esa persona puede trabajar y es capaz de emanciparse --rondando los 40--. Contamos con una buena parte de la población española que es adulto biológico pero no social hasta muy tarde , estos mismos esperan por el otro lado de la edad el retiro voluntario que de seguir la estela de Oliart alargaríamos otros diez años de adolescencia a buena parte de la sociedad. El problema está en el tiempo de recambio, alargarlo sería entrar en una espiral cuyas consecuencias son imprevisibles, millones de individuos condenados a esperar, a estar en tierra de nadie, mendigando la limosna de aquellos adultos de verdad.

Fácil es ser consciente de que tenemos que reorganizar el orden social para que todos podamos ser adultos activos a cualquier edad, pero esto hay que construirlo, pactarlo de nuevo a modo de contrato a lo Rousseau . Mientras tanto, el espacio social productivo de los mayores no puede ser el que se quiere poner como normal. Oliart --y lo siento, no es nada personal-- su aterrizaje en RTVE, de convertirse en la norma, no dejará de ser un peligro social.

*Profesor titular de

Antropología Social de la Uex.