El pasado 26 de febrero, en el palacio de congresos de Cáceres, se homenajeó a los últimos 808 docentes jubilados, y parejo a la letra de la famosa sevillana, algo se muere en el alma cuando tu maestra, tu profesor, tu profesora, tu maestro, abandona la profesión, haya o no sido tu amigo o amiga, algo se muere en el alma y, en cierto modo todos morimos un poco, incluyendo pueblos y ciudades, sobre todo los pueblos rurales.

Si echamos la vista atrás, en treinta y cinco años de servicio muchas han sido las generaciones que han pasado por la vida de un docente, muchas las familias, muchas las vivencias, las alegrías, las tristezas, la historia vivida y las que hemos ayudado a vivir.

Contaba una emocionada compañera el regocijo que sintió la primera vez que dio clases al hijo de una antigua alumna al notar la sensación de confianza y esperanza que notaba en aquellos ojos, ya de mujer, que ella recordaba rebosante de curiosidad e inquietud cuando apenas con cinco años, la tranquilizaba, en su primer día de clase, como ahora esperaba hiciera con su hijo. Sofía conocía el pueblo donde daba clases, no por sus sitios y lugares o historia que también, porque nadie mejor que ella conocía cómo sentían, pensaban, reían y lloraban. Por eso cuando un maestro se va, algo se muere en el alma y algo muere en todos nosotros con la tranquilidad de saber que otro u otra ya ocupó su lugar y que cíclicamente seguirá creando ciudadanos, sociedades y pueblos, en definitiva seguirá haciendo Extremadura.

Sí, nuestros maestros son nuestra historia, son nuestros pueblos, son nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, nuestros docentes son Extremadura porque hacen Extremadura, no en vano la finalidad la Educación, es proporcionar las capacidades y conocimientos necesarios para convertirnos en ciudadanos, desarrollarnos, adaptarnos al cambio y contribuir a la sociedad, nuestros docentes nos enseñan a aprender a aprender, a aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir. La sociedad necesita de la educación para formar individuos en sociedad, y la educación necesita de sus docentes para formar a los individuos que deben formarla.

Extremadura ha homenajeado a sus docentes jubilados, se lo merecen, aunque sin saberlo Extremadura ha homenajeado a Extremadura. Para todos esos docentes jubilados y como reconocimiento recordar la frase de William Wordsworth, «Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo».