La tan esperada intervención protagonizada ayer en el pabellón Anaitasuna de Pamplona del dirigente de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, no aportó demasiadas novedades (ese acto contó con la presencia de destacados dirigentes de batasunos como Pernando Barrena o Juan Kruz Aldasoro, así como del secretario general del sindicato LAB, Rafa Díez.) Pero las palabras de Otegi sí que desvelaron la insistencia en una propuesta ya expresada con anterioridad: la de una autonomía conjunta del País Vasco y Navarra dentro del Estado español.

Batasuna busca desde hace unas semanas un discurso político que le permita retomar la iniciativa después de que el salvaje atentado de la banda terrorista ETA en el aeropuerto de Barajas del pasado 30 de diciembre interrumpiera de forma abrupta el proceso de paz. Y busca también el muy difícil camino para poder concurrir a las elecciones municipales y forales que se celebrarán el próximo mes de mayo sin hacer una expresa condena de la violencia etarra. El Gobierno, de momento, se mantiene firme en que ni ETA ni ninguna otra marca blanca de la izquierda aberzale será legalizada si no hay rechazo explícito del terrorismo, aunque ha creído ver signos positivos en algunos de los pronunciamientos recientes de Otegi.

El llamamiento del líder batasuno al Gobierno para negociar "con ambición" ese nuevo marco estatutario coincide con la enorme polvareda levantada en nuestro país por el traslado de Ignacio de Juana Chaos al País Vasco, una decisión que ayer defendió en primera persona el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Ante el aluvión de críticas feroces efectuadas desde el Partido Popular, el líder de los socialistas sostuvo que la decisión sobre el preso etarra en huelga de hambre no se tomó "por miedo o por debilidad", sino para defender "el valor supremo de la vida" y evitar más violencia en el País Vasco. Es indudable que el impopular gesto gubernamental con el asesino de 25 personas ha robustecido la espiral de crispación, pero al mismo tiempo ha sido bien recibido en las filas nacionalistas vascas.

Estamos, por tanto, ante una serie de síntomas indicativos de que algo se mueve en torno al País Vasco. No se puede hablar de que el proceso se haya reanudado --sería una irresponsabilidad por parte del Gobierno hacerlo si previamente no se verifica que la banda armada ETA se compromete a no cometer nuevas barbaridades--, pero sí asistimos a unos cuantos gestos significativos.

En ese complejo contexto se produce el recrudecimiento de la ofensiva efectuada desde las filas del Partido Popular, aprovechada por los grupos más ultras para salir cada vez con más descaro a las calles de todo el país. En las manifestaciones celebradas durante estos días en Madrid y en otras ciudades se han visto incluso símbolos preconstitucionales y se han escuchado consignas de tono antidemocrático. Un fenómeno muy preocupante.