Era un hombre que se vestía metódicamente, siempre de abajo arriba, empezando siempre por los pies, no por costumbre transmitida de generación en generación sino por reflexión profunda de si llegada la vida a su fin mientras procedía a vestirse no lo cogiera con los calzones a los pies, lo cual corrobora que es importante lucir bien en cualquier momento por si el destino, que es pícaro e impredecible, te impide regresar a tu hogar y te lleva de viaje compuesto y de diario al más allá.

Es importante acabar con dignidad moral y corporal una vida que comenzó con gritos de madre y llantos de bebé, aceptando con naturalidad, sin estridencias ni espectáculos el final, entre otros motivos, para hacer más fácil a los demás el adiós pues somos conscientes, aunque reticentes, a asimilar que la vida tiene un principio y un final irremediable pero muy natural, por lo cual, tenemos que comprender que no está reñida la imprescindible limpieza espiritual, de cara a la entrada en el más allá, con una exquisita presentación corporal como homenaje de despedida final al que fue cobijo fiel de nuestra alma terrenal.