El incidente ocurrido el pasado domingo en la Central Nuclear de Almaraz, y que finalmente ha consistido en que una de las bombas que refrigera los cambiadores de calor de la piscina de combustible falló y se paró, puede ser tomado como ejemplo de la polémica que rodea a todo lo que atañe a las centrales nucleares y a sus condiciones de seguridad. Los encontrados intereses entre quienes dan su parecer sobre estos asuntos (los dueños de las centrales, por un lado, y los grupos ecologistas por otro), así como la extraordinaria complejidad técnica para hacer inteligible al común qué es lo que pasa en una central, convierte a los ciudadanos en una especie de rehenes informativos puesto que se les bombardea con informaciones opuestas acerca de un problema de gran importancia social, como es el de la seguridad de una central nuclear. En este caso, además, hasta el propio Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que es el organismo público encargado de vigilar que las nucleares funcionen de forma segura y en el que la opinión pública debe poner su confianza, ha tenido dos opiniones distintas: primero calificó el incidente --o la ´anomalía´, que también así se le ha llamado-- de nivel 1 porque consideró que la bomba de repuesto de la que falló no estaba operativa, y después lo bajó al nivel 0 al comprobar, tras la inspección a Almaraz, que la central disponía de 6 métodos de seguridad. Todo ello muestra, como decimos, la prudencia informativa con la que hay que tomar lo que rodea a la energía nuclear. Una prudencia que debería atañer a todos. En este sentido, decir, como ha hecho Ecologistas en Acción, que el domingo hubo que desalojar a cientos de trabajadores, es una forma de alarmar a la población sin sentido que, además, se vuelve en su contra.