Comprende que el relato que sigue es poca cosa comparado con las desgracias veraniegas de quienes son evacuados por el fuego en Galicia o con las desdichas de tantos viajeros en avión. Pero me constan muchas indignaciones que a nadie pueden reclamar por lo que voy a narrar, entre otras cosas porque el teléfono de las reclamaciones o bien comunica o bien suena y suena sin que nadie responda. Lo habitual, vamos.

Mi pequeña aventura comenzó en Aguilar de Campo, Palencia, una noche, hace muy pocas horas. Regresaba con prisa a Madrid desde Santander y, a la altura de Reinosa, vi unos grandes cartelones advirtiéndonos de que el mejor camino para la capital sería a través de Palencia, ya que había obras en la carretera de Burgos. Como mi intención era llegar a la capital burgalesa, y no a Palencia, decidí llamar a información de la Dirección General de Tráfico, tratando de averiguar la importancia de tales obras y el retraso que ello podría significarme.

Jamás lo hubiera hecho.

Hoy, horas después de mi llegada a Aguilar, de averiguar que allí no podría pernoctar y que las gasolineras de todo el trayecto, tanto hasta Palencia como hasta Burgos, permanecen en su totalidad cerradas durante toda la noche, me encuentro finalmente en Madrid. Sano y salvo, tras pernoctar en Burgos, a donde llegué con el depósito total y peligrosamente vacío y tras comprobar que no había trabajo alguno en la carretera que hubiese podido dificultar mi camino.

Pero, por supuesto, esta averiguación hube de hacerla gracias a la famosa praxis. Es decir, recorriendo el camino. Porque, tras un total de diecinueve llamadas --19--, me fue por completo imposible hacer saber al servicio de información telefónica de Tráfico que yo tenía un problema que ellos podrían haberme ayudado a resolver. Diecinueve llamadas son muchas llamadas. Pero no las suficientes, por lo que se ve. Un correcto contestador, voz masculina, se interesa por si lo que quieres es información sobre el tráfico. De viva voz, le respondes que sí. Entonces te pregunta por la carretera, provincia o ciudad de tus inquietudes.

XY ESx ahí donde comienza a imperar el surrealismo. Le dices que Burgos. Te responde, primero, que no ha entendido bien lo que le dices. --¡Burgos!-- alzas la voz en beneficio del autómata. --Entiendo que pregunta por Orense, ¿es correcto?-- replica la máquina infernal. --¡No! ¡Burgos!-- No le he entendido bien. ¿Puede repetir la ciudad o provincia sobre la que requiere información? --¡Burgos! ¡Burgos!-- sollozas. --Entiendo que pregunta por Peñaranda de Bracamonte, ¿es correcto?

Puedo prometer y prometo que dijo Peñaranda de Bracamonte, y que toda esta narración se corresponde con la literalidad de lo ocurrido.

Entonces cuelgas, pensando que algún duende de los hilos telefónicos se ha paseado por tu llamada. O que la máquina, en un rapto de humor, quiere gastarte una broma. Un caso de mala suerte que sin duda no va a repetirse. Imposible en una época en la que millones de automovilistas recorren las carreteras nacionales. Y, con esperanzas decrecientes, vuelves a llamar hasta un total de diecinueve veces. Pero, por lo visto, el autómata no está preparado para captar la palabra Burgos , porque te replica preguntando si te interesas por sucesivos y variablemente pintorescos lugares de la geografía española. Excepto Burgos, claro.

Y así, animado por esta charleta con el contestador telefónico y dejando de ejercer las obligaciones de todo buen copiloto, que consisten en dar conversación a quien conduce, llegas a Burgos. Palabra de honor que encontré a la recepcionista de hotel y a un turista italiano al borde del suicidio. --¡Es una tomadura de pelo! ¡Van cuatro veces!-- vociferaba la recepcionista, mientras colgaba con un telefonazo y el italiano gesticulaba su desespero. --Me apuesto lo que sea a que está usted intentando hablar con información de Tráfico-- le digo.

Me miró con ojos entre asombrados y lacrimosos. --Y usted ¿cómo lo sabe?-- me espeta. --Porque le saco a usted varios años de experiencia a la hora de creer en ciertos servicios públicos... además de aventajarle a usted en quince llamadas.

Y me fui escaleras arriba, rumbo a un descanso merecido, quién sabe si con pesadillas en las que aparecía Pere Navarro recortando mi permiso de conducir.

*Periodista