Se acaba de publicar Sucesivamente (Editorial Domingo Atrasado), antología que recoge por primera vez en español la poesía del alemán Tobias Burghardt (Essen, 1961), poeta y traductor de poesía: desde hace veinte años ha vertido a su lengua la obra de poetas argentinos como Alejandra Pizarnik o Juan Gelman, brasileños, portugueses o españoles, incluyendo a la extremeña Pureza Canelo. Al contrario que otros alemanes, arraigados a la patria y suspicaces frente a los extranjeros, Burghardt eligió, desde muy pronto, la convivencia como forastero. Con 14 años marchó como estudiante de intercambio a Bolivia: tanto le gustó, que se quedó allí hasta terminar el bachillerato. En Buenos Aires conoció a su esposa Juana, también una notable poeta, y junto a ella fundó en 2012 una iniciativa tan valiente y valiosa como el Babylon Festival for International Cultures, que tiene lugar en Irak, que se sigue celebrando anualmente y aporta a ese país destrozado por la guerra algo de esperanza, algo del extranjero que no sea destrucción. En 2017, este matrimonio de poetas recibió en Bangladesh el Premio Internacional de Literatura KATHAK por su compromiso con el entendimiento entre culturas.

En consonancia con su vida de trotamundos, los poemas de Burghardt resuenan desde muy distintas latitudes, pues, como dice el Testamento de un taxista: «Cada lugar puede ser la primera partida, / también la última llegada». Sus versos recorren raíles, como los de En el tren del olvido o vías fluviales como en Cuaderno de bitácora. A un poema hogareño como Vista del río Neckar sigue una Caminata a Luribay, en el altiplano andino, y hay incluso unos Cuartetos coreanos que intentan reflejar esa Tierra de verdor y de exquisita gastronomía en el Extremo Oriente.

Su experiencia de la extranjería y su amistad con personas de todas las razas han hecho a Burghardt especialmente sensible al drama de los inmigrantes, tan de actualidad hoy, ya sean los que cruzan el Mediterráneo o los que atraviesan el Río Grande, reflejado con emoción pero sin estridencias en poemas como Intermedio («tantos migrantes encallados en contenedores / que arrojaron sus últimos sueños como toallas») o De cara al río. Y es que, como apunta el prestigioso poeta colombiano Juan Manuel Roca en su prólogo, «la palabra de Burghardt fluye de una imaginación poderosa pero también de una aguda observación de la realidad inmediata», pues se trata de «un creador de una honda humanidad, un ser que se pregunta por sí mismo pero más aún por los demás, alguien que convierte a los otros en nosotros».

Hace poco, Ai Weiwei, sin duda el artista chino contemporáneo más reconocido, exiliado desde hace cuatro años en Berlín, anunciaba que se marchaba con su familia de Alemania, y lo justificaba diciendo que ese país «no es una sociedad abierta» y que está «demasiado centrada en sí misma». Algo de razón tiene: en ese país, el que más emigrantes recibe después de EEUU, mucha gente está convencida de vivir en el mejor de los mundos posibles. Por fortuna, hay excepciones, como la de este poeta que, frente al complejo de superioridad de tantos europeos, se ha adentrado en el conocimiento de las culturas precolombinas, como en su ciclo poético sobre Nazca, donde su sintaxis poética se disloca y llega a incluir frases en quechua.

Y es que, como expresa el poema en prosa Semana de asilo, que se abre con un contundente «Tú también», la historia da muchas vueltas: hace setenta años eran los expulsados alemanes los que desde Polonia o Checoslovaquia llegaban a un país en ruinas. Queda la perspectiva del poeta, que se refugia en lo elemental, como en el breve poema dedicado a Pureza Canelo: «solo más cerca de la orilla primordial, / algas, marea y cangrejos».

* Escritor