WSw olo los fundamentalistas del libre mercado sin cortapisas pueden ser contrarios a la prohibición durante al menos dos semanas de las operaciones a corto en las bolsas de España, Francia, Italia y Bélgica. Sin una medida de este tipo, los bajistas amenazaban con hacer el gran negocio, falsear el valor de algunas de las mayores compañías de Europa --bancos incluidos-- y dejar la gestión de la crisis en manos de los tiburones. Lo que en realidad hay que preguntarse es por qué las autoridades económicas de la eurozona han tardado tanto en adoptar una medida que ha insuflado aire fresco a las bolsas y ha contenido la descabellada caída de los valores.

La pregunta es pertinente porque todo el mundo sabe que las empresas atacadas tienen un valor y una solvencia superiores a las que les daban los especuladores y, en consecuencia, carecían de justificación las caídas encadenadas un día tras otro. Ni siquiera el supuesto de que en agosto, con poco negocio y un mercado estrecho como el español, es fácil especular a la baja sin arriesgar mucho dinero, permitía explicar lo que estaba sucediendo. Al pasar de las caídas a las alzas en 24 horas, algunos misterios insondables han dejado de serlo. Conviene que en el futuro se tenga en cuenta este precedente.

Conviene, asimismo, que se aproveche la ocasión para acometer la regulación de los mercados financiera y modular la histeria, cuando no la extravagancia, de los especuladores. Sin esta regulación, que ahora es claramente insuficiente, cualquier fabricante de rumores puede sembrar el pánico --Francia acaba de pasar esta experiencia-- y unos pocos desaprensivos pueden condicionar la salida de la crisis, la reactivación de la economía y la creación de empleo.

Los estados han demostrado esta última semana que, si hay voluntad política, pueden limitarse los excesos del mercado. Quedó manifiestamente claro con la intervención del BCE al comprar deuda española e italiana y estabilizar su valor. Lo ha quedado ahora con la recuperación bursátil de los dos últimos días sin que ningún dato externo a la bolsa misma lo justifique. Sin ir más lejos, el parqué madrileño ha cerrado esta semana con una fuerte subida del 4,82%, la segunda mayor del año, aupado por el fuerte repunte de la banca y el comportamiento positivo de Wall Street, lo que terminado situando el Ibex 35 en la cota de los 8.647,3 puntos. Todos los valores del índice cerraron en positivo.

Lo ocurrido es un ejemplo claro de que, más allá de la palabrería tecnocrática al uso, es preciso revalorizar la gestión política de la crisis que nos agobia.