Me pareció un momento increíble. Subidos en lo alto de aquel castillo, disfrutando de la vista panorámica de la provincia cacereña y con un atardecer entre nubes para no olvidar. Por unos minutos, sentí lo que los buitres que flotaban alrededor del castillo de Mirabel, un lugar privilegiado a las puertas de Monfragüe que recomiendo que visiten. Me pasa a veces que en los lugares de altura la mente se despeja y una sensación de libertad te acaricia la cara hasta convertirse en placer. Somos una región privilegiada gracias a tanta belleza y paisajes.

Encaramarse a las alturas también tiene algo de metafórico pues nos permite ver nuestra vida desde arriba, sin más techo que las nubes y sin la presión de esos otros que nos oprimen a diario. Cada uno chocamos con el nuestro en los momentos de preocupación, estrés y sobrecargas de trabajo hasta que el cuerpo te dice basta.

Repasando la línea del cielo descubres que es interminable como la vida, buscas el mar y te parece encontrarlo al fondo del atardecer. Y hasta ocurre que a veces no es otoño sino verano, y que pronto se partirá el sol en dos como una naranja recién cortada convirtiendo ese ritual en espectáculo para los ojos. Pero mirar desde arriba lo que ocurre no es sencillo. Necesitamos del aprendizaje de otear el horizonte con calma y serenidad, pensando en qué será lo mejor y tratando de acertar en nuestros planteamientos vitales. Algo parecido al dogma de tomar buenas decisiones que nos hagan crecer como personas. Un planteamiento, permítanme el paralelismo, de mejorar como país y región. El próximo domingo hay elecciones e iré a votar aunque nuestros políticos hayan fracasado hasta ahora. Comprendo a quienes no vayan a hacerlo porque estén hartos, pero en democracia el mayor valor del ciudadano es la libertad de poder decidir en las urnas. También mi manera de mirar al horizonte desde arriba. Sabiendo que el atardecer de mañana puede ser mejor que el de hoy.

*Periodista.