Periodista

Tuve ocasión de hablar con Dulce Chacón cuando aparecieron sus libros últimos. A todo autor su libro nuevo, recién impreso, con olor a criatura recién nacida, le produce ternura y satisfacción inconmensurable. Dulce Chacón estaba feliz con sus más recientes libros. Ella misma, como sus críticos, habían empezado a apreciar una auténtica edad de madurez.

En el caso de Dulce Chacón había una pregunta inevitable: ¿Tu nueva novela es poética, tiene un fondo poético, o un poema transformado en novela? Algún analista de la obra de Dulce ha dicho de ella que era "la novelista que soñaba con ser poeta". Otros han dicho que pocos autores como ella reflejaron la tierra extremeña que la vio nacer. Dulce era "la escritora extremeña".

Pero no se reducía a su diálogo permanente con el libro que estaba elaborando. Dulce era, mujer de su tiempo, una activa militante de causas nobles: plataformas contra la violencia de género, contra los malos tratos o contra la guerra de Irak tuvieron en Dulce Chacón una participante asidua y tenaz.

En las dos últimas novelas probablemente encontramos a la mejor y más prometedora Dulce Chacón y a sus asuntos favoritos: el compromiso social, las formas de vida de su patria chica y sus sangrantes injusticias y diferencias sociales que trataba de combatir desde su oficio de escritora. Y esas asignaturas se habían añadido a su vocación literaria: la lucha por las libertades y por la condición femenina desde la igualdad real. Al irse Dulce, tan intempestiva como súbitamente, se nos ha truncado una importante vocación literaria. Es un amargo suceso, éste de la dulcísima Dulce.