El presidente del Partido Popular en Extremadura, Carlos Floriano, jugó ayer con la ambigüedad cuando manifestó que "todos los militantes tenemos derecho a presentarnos a la elección como presidente" del partido en el próximo congreso regional y al eximirse de responsabilidad ante la pérdida de casi 6.000 votos en la circunscripción de Cáceres, por la que él se ha presentado.

Floriano manifestó cuando perdió las elecciones frente a Fernández Vara que dejaría la presidencia del PP en el siguiente congreso. Ahora, sin embargo, y tomando al pie de la letra sus propias palabras, no se descarta para ejercer ese derecho que todos los militantes tienen de optar a presidir su partido, que en su caso sería la reelección.

No es el mensaje que necesita oír el PP extremeño: un mensaje dubitativo y críptico, el más adecuado para mantenerlo en el marasmo en que se encuentra. Floriano debe explicar cuáles son sus planes: si se va de la presidencia o si quiere seguir en ella. La imagen que ha dado el PP en la campaña, con los aspirantes a senadores haciendo guerra de guerrillas contra sus propios compañeros de candidatura, no la merecen los 290.000 ciudadanos que han optado por él. Y tampoco merecen que el primer dirigente del partido se sacuda la responsabilidad sobre el resultado adverso, acentuado precisamente en Cáceres, donde él se jugaba su acta de diputado. Porque el mensaje que está transmitiendo es que no existe cohesión, ese valor que es la primera condición para transmitir confianza, la llave de los votos.