Uno de los logros de la transición política fue la normalización de las relaciones con EEUU. De la dependencia política y militar del régimen de Franco se pasó a la condición de aliados, con unos sólidos acuerdos bilaterales de defensa y la integración española en la OTAN como un socio más. Este nivel de amistad debe preservarse pese al desencuentro provocado por la retirada de nuestras tropas de Irak.

Dos personas templadas, Colin Powell y Miguel Angel Moratinos, iniciaron ayer el intento de reconducir las cosas. Washington, muy mal acostumbrado por el entreguismo de Aznar , lamenta la decisión de Zapatero pero sabe que, más allá de Irak, donde tal como lo interpreta el nuevo Gobierno de Madrid no tiene voluntad de transferir de verdad el mando de sus tropas a la ONU, puede contar con España para otras tareas de pacificación avaladas por la legalidad internacional, como Yugoslavia y Afganistán.

Pero España debe hacer también un esfuerzo. El Gobierno socialista debe demostrar que, más allá de la falsa dualidad entre una sumisión (franquista o aznarista) y una enemistad, hay otros escenarios posibles, y que ellos pueden estar presididos por la amistad y la lealtad mutua.