¿Qué te ocurrió aquella noche fatídica?

¿Qué era lo que te estaba pasando?

¿Por qué no subiste a contármelo?

Yo que siempre te he estado escuchando,

¿por qué? De esta manera has querido dejarnos, ¿por qué?. Te has segado la flor de la vida tan pronto, ¿por qué no te agarraste al tren de la vida mientras estabas agonizando?

Ahora tu cuerpo, en un mar de dudas, va navegando. Qué duro ha sido para mí ver que te estaban quemando y que todo lo que fue, en cenizas estaba quedando. Cenizas del fuego de la amistad que como el pájaro Fénix en mi corazón resucitarán.

A mi amigo Pope.

Luis Miguel Reguero **

Cáceres