Al reaparecer el debate sobre la eutanasia a partir de la muerte de María José Carrasco, las palabras que más se repiten son las de «muerte con dignidad», algo que todo el mundo desea cuando imagina el momento de su propio fallecimiento. Pero las leyes, tal como están establecidas ahora, hacen que en más de un caso esta muerte con dignidad no se pueda alcanzar.

Al conocer las circunstancias que rodeaban la vida de María José y su marido, lo primero que aparece es comprensión y solidaridad. Comprensión por la decisión tomada y solidaridad por su dificultad de querer llevar una vida digna y tener una muerte digna. Estamos en una sociedad en la que cuidamos mucho a cada criatura que viene al mundo. Los nacimientos son celebrados y miramos que todo vaya bien, porque es un deber de todos. Sin embargo, no se cuida tanto a las mismas personas cuando la muerte las llama o viene a buscarlas. Estoy convencida de que para María José y su marido la decisión tomada de irse para siempre fue la más difícil y dura de su vida en común.

El acompañamiento, la solidaridad y el apoyo de una parte de la sociedad que los comprende quizá les habrá hecho sentir que no estaban solos.